Luismi Uharte
Parte Hartuz Ikerketa Taldea
RELEVO EN LA PRESIDENCIA DE CUBA

Playa Girón ilumina el histórico relevo en la dirección política

El 57º aniversario de la victoria antiimperialista cubana en Playa Girón, frente al intento de invasión de EEUU, ha sido la fecha elegida para dotar de una fuerte carga simbólica al relevo político en la isla. Raúl Castro, líder de la generación histórica junto a Fidel, pasa el testigo a un hijo de la Revolución, Miguel Díaz-Canel.

La apertura de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional en Cuba este 18 de abril y la votación del nuevo Consejo de Estado por parte de los y las 605 diputadas, al día siguiente, pasarán a la historia como la escenificación oficial del relevo político y generacional en la mayor de las Antillas, a las puertas de la celebración del 60 aniversario de la Revolución.

El nuevo Consejo de Estado. La composición del recién electo Consejo de Estado, instancia máxima del poder público en el país, exige un análisis detallado, ya que tiene la virtud de haber logrado un siempre difícil equilibrio entre la idea de «continuidad» del legado histórico de la Revolución y una expectativa popular de «cambio» en clave fundamentalmente socioeconómica.

En primera instancia, lo más visible hacia el exterior es la elección de Miguel Díaz-Canel como presidente, pero sobre todo como sustituto de uno de los «imprescindibles» –parafraseando a Bertold Brecht– de la gesta inigualable de 1959. Su elección, lejos de ser improvisada, es resultado de una acumulación militante de más de cuatro décadas y de una «promoción gradual» avalada por los principales miembros de la generación histórica. Ningún cabo ha quedado aparentemente suelto. Por una parte, el presidente electo lleva, a sus 58 años recién cumplidos, más de 25 años en el Comité Central del Partido Comunista (PCC) y tres lustros como miembro del Buró Político, máxima autoridad del PCC.

Además de haber sido primer vicepresidente en el último periodo, ha destacado por su función de responsable del área ideológica del Partido, labor siempre trascendental, más aún en estos tiempos de fragilidad económica y de expectativas a veces contrapuestas entre las diferentes generaciones. Díaz-Canel fue una figura ejemplar de su generación en los peores años del Periodo Especial, un «sobreviviente» de aquellos duros años, en palabras del propio Raúl Castro. Por todo esto, su elección ratifica lo que hace unos pocos años Raúl y su entorno más cercano ya habían pronosticado: «Habíamos dado en el clavo».

La elección del segundo de a bordo, el primer vicepresidente que sustituye en el cargo a Díaz-Canel, estaba más abierta y la designación final de Salvador Valdés ha supuesto cierta sorpresa. Valdés, a sus 72 años, simboliza a esa generación que era adolescente (14 años) cuando se produjo la victoria revolucionaria. Con una trayectoria histórica muy destacable (secretario general de la Unión de Juventudes Comunistas y, posteriormente, de la Central de Trabajadores Cubanos), desde 2013 era uno de los cinco vicepresidentes del Consejo de Estado. Los medios destacan que sea el primer negro que asume el segundo cargo más importante del poder público, una responsabilidad que, por cierto, desempeñó durante más de veinte años (1976-2008) Raúl Castro.

Junto a Salvador Valdés habrá otros cinco dirigentes con rango de vicepresidente. Lo destacable aquí es el intento de conjugar dos equilibrios: por una parte, de género, al contar por primera vez con la presencia de tres mujeres en el cargo, y por otra, generacional, ya que la mitad nacieron antes de 1959 y el resto, con posterioridad.

La sorpresa más relevante ha sido el mantenimiento en el cargo de Ramiro Valdés, comandante de la Revolución y miembro de la generación histórica. Las quinielas previas auguraban su paso a labores exclusivamente partidarias, al igual que Raúl Castro y José Ramón Machado, pero finalmente han decidido que continuará en la cúpula del Consejo de Estado, aplicando así un relevo más escalonado. El último aspecto reseñable respecto a las vicepresidencias es la incorporación de dos mujeres negras y, además, relativamente jóvenes (de alrededor de 50 años): Inés María Chapman y Beatriz Johnson.

Para concluir con el análisis en torno al Consejo de Estado hay que destacar que casi la mitad son mujeres (48,5%) y que el 42% son nuevos miembros, por lo que queda claro el espíritu de renovación actual. Otro dato ineludible es que el 45% son personas negras o mulatas, un porcentaje, por cierto, superior a su peso poblacional en el país (un 35%). Por último, casi el 80% han nacido después de 1959. En el caso de los miembros del Parlamento esta cifra se acerca casi al 90%, lo cual proyecta a corto plazo el fin biológico-simbólico de aquellos y aquellas que hicieron la Revolución.

Cambio constitucional. Si en algo brillaron tanto Fidel como Raúl fue en que nunca dejaron fuera de sus discursos los retos más urgentes de cada momento histórico. Por eso, el discurso de despedida de Raúl Castro hay que desmenuzarlo con mucha precisión para identificar cuáles serán las tareas prioritarias que tendrá que afrontar el nuevo Consejo de Estado (y el nuevo Consejo de Ministros que será elegido en julio).

Una de ellas será la hace tiempo prometida, pero por ahora demorada, reforma de la Constitución. El retraso, en palabras del propio Raúl, se debe a que todavía «no están resueltos los principales problemas del país». Una afirmación que de nuevo pone el dedo en la «llaga económica» y que deja claro que la prioridad sigue siendo mejorar las condiciones materiales de la población. De cualquier manera, el hecho de que el ya expresidente incluyera en su discurso la necesidad de reformar la Ley Fundamental de la República indica que no puede posponerse mucho más la adecuación del marco político al nuevo contexto y que será fundamental su articulación con el nuevo modelo económico que se está gestando.

En principio, a esta recién constituida Asamblea Nacional le tocará la gran responsabilidad de promover y conducir el debate para la reforma constitucional a lo largo de la próxima legislatura (2018-2023). El punto de partida será la conformación de una comisión de diputados y diputadas que deberán elaborar y presentar un texto a la Asamblea y al conjunto de las organizaciones sociales del país. Tras el debate, que se supone será masivo, Raúl adelantó que tendrá que realizarse un referéndum para ratificar la reforma de la Constitución.

El único punto del futuro debate que el expresidente decidió adelantar fue el relacionado con el papel del Partido Comunista en el sistema político. Sobre este aspecto dejó meridianamente claro que «en la próxima constitución no habrá cambios en el objetivo estratégico del Partido», ya fijado en la primera Constitución de 1976. Esto significa que el PCC continuaría siendo el principal agente político y la salvaguarda del carácter socialista del sistema.

A las palabras de Raúl Castro habría que agregar las del nuevo presidente electo, cuando en su discurso de asunción aseguró que «para nosotros está totalmente claro que solo el Partido Comunista de Cuba garantiza la unidad de la nación y de su pueblo». Esta complementariedad entre los discursos del presidente saliente y entrante despejan, por tanto, cualquier duda respecto a la centralidad que el Partido seguirá teniendo a corto y medio plazo.

¿Y la economía? Obviamente, la otra gran tarea, titánica se podría añadir, que Raúl mencionó y que es la preocupación central en los últimos años sería la recuperación económica. En primer lugar, a la actual fragilidad económica hay que agregar los problemas añadidos por factores medioambientales, ya que en los últimos tres años la sequía ha sido muy intensa y las pérdidas provocadas por los recientes huracanes han dañado aún más la base económica.

Por otro lado, el anuncio del expresidente de que en el marco de la implantación del nuevo modelo económico, se continuará con la promoción de las cooperativas no agropecuarias y con los pequeños negocios privados (cuentapropistas), evidencia que hay voluntad política de apostar por los nuevos modelos de propiedad y de gestión empresarial. Sin embargo, paralelamente también advirtió de la necesidad de tener mucho cuidado con las «indisciplinas» e «ilegalidades» que se han detectado en estos sectores y que «no se enfrentaron oportunamente» en su momento. Quizás esto explique la ralentización en los últimos tiempos de la entrega de licencias para la puesta en marcha de nuevos proyectos productivos.

A su vez, Castro lanzó dos mensajes que pudieran parecer contradictorios pero que el nuevo modelo prometido de «socialismo próspero y sostenible» exigiría. Por un lado, aseguró que no se aplicarían medidas de choque, repitiendo por enésima vez un mensaje que pretende tranquilizar a la población más vulnerable y que se aleja de cualquier escenario de recortes propio de los experimentos de reforma sufridos en muchos países del Sur. Por otro lado, se atrevió a lanzar una idea que durante su mandato también ha repetido varias veces, y que apela a «vencer el igualitarismo y sus secuelas negativas en la economía nacional». Esto implica asumir la necesidad de redefinir la política social y adecuarla a la nueva realidad sociológica.

57 años después, aquel niño que todavía no tenía un año de vida, recoge el testigo de la generación histórica, con el reto de reformar lo reformable, pero con la responsabilidad de preservar el carácter socialista de la Revolución, declarado aquel 19 de julio de 1961 en Playa Girón.