Treintañeras al borde de un ataque de nervios

Todo en “Hacerse mayor y otros problemas” se resume en un constante querer y no poder. Este acercamiento al formato de comedia generacional planteado por la cineasta Clara Martínez-Lázaro no es más que un compendio de clichés hilvanados sin excesiva suerte mediante un guion que parece extraído de esos test publicados por revistas para mujeres urbanitas de clase media-alta.
Lo que pretende ser un retrato basado en lo duro que resulta a veces dejar atrás el frenesí vital de la juventud y adentrarse en la peligrosa calma que se le presupone a la madurez, se transforma en un corral de gallinas en el que las actrices se ven en la necesidad de subrayar sus textos mediante unas interpretaciones estridentes tanto en lo gestual como en lo vocal.
Huérfana de originalidad, la segunda apuesta en formato largo de Martínez-Lazaro –y la primera que ha sido estrenada comercialmente– indaga en los conflictos cotidianos que siempre inspiran conversaciones entre amistades que han optado por seguir sendas bien diferentes en sus respectivas vidas. El sexo y el paso definitivo que supone tener un hijo –o renegar de dicha idea– inspiran buena parte de las confidencias que comparten las protagonistas de esta crónica, en el que las frases y diálogos resultan tan vacíos como artificiales.
Agotadora en su constante empeño por provocar risas y ganarse al público mediante gestos afables, la película transita cansina a lo largo de un metraje que nunca seduce al espectador porque su supuesta vitalidad y chispa resulta muy forzada. Para colmo de males, la historia deriva hacia un epílogo que choca frontalmente con lo que se ha revelado con anterioridad y en el que impera un poso dramático que descoloca por completo.

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