Itziar Ziga
Escritora y feminista
JO PUNTUA

Bailar con la más fea

No es casualidad que los grandes imperios se hayan forjado casi siempre durante periodos sexualmente retrógrados de sus metrópolis. Castilla se expandió territorialmente justo en plena reacción católica, sexófoba, misógina, feminicida; y así trataron de reducir a cenizas nuestras culturas y libertades ancestrales, a este y al otro lado del Atlántico. Como dice mi amiga Eukene: nos ha tocado bailar con la más fea. Hablando de feas, la Inglaterra victoriana extendió imperialmente su ponzoña homófoba por todo el mundo y en India acaban de lograr revertirla legalmente tras 157 años desde su imposición colonial. 71 años después de su independencia. Si nos miramos en el espejo de sus victorias históricas contra el patriarcado occidental, encontraremos no solo quienes hemos logrado ser ya en el siglo XXI, también quienes fuimos. Seres menos dramáticamente bifurcados como hombres o mujeres, no tan atenazados en nuestra sexualidad y en nuestro deseo.

Siempre les costó mucho más cristianizarnos que conquistarnos, éramos un pueblo tremendamente nuestro, pendenciero y lujurioso. «Son un pueblo bárbaro, diferentes de todos los demás en sus costumbres y naturaleza, colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble, malvados, perversos, pérfidos, desleales, lujuriosos, borrachos, agresivos, feroces y salvajes». Lo dejó escrito sobre nuestra estirpe navarra un peregrino francés en el siglo XII y siempre me enardece releerlo. Ya que todavía no hemos conseguido emanciparnos militarmente ni de España ni de Francia, y no será por intentarlo, descolonicémonos sexualmente mientras tanto. Una tarde, presentando “Sexual Herria”, me hablaron de un párroco de Arrate que, para evitar las orgías dominicales en le templo cristiano, decidió separar a hombres y a mujeres. Continuaron follando entre ellas y entre ellos, para su espanto. Para mi dicha. Toda liberación nacional será además sexual. Y no solo es más justo, es también más divertido.