Raimundo Fitero
DE REOJO

Bucle agónico

Debería saber de memoria la cita, pero estoy conmocionado. Hasta es posible que se la adjudique a otro autor. Thomas de Quincey, que escribió un libro sobre el asesinato como una de las bellas artes, asegura que «se empieza asesinando a alguien y se acaba llegando tarde a una cita». Por ejemplo, que un error haga que Aznar y el aznarismo se manifiesten pletóricos en sede parlamentaria insultando, mintiendo, muy chulo, provocando arcadas y sea aplaudido por las huestes de la caverna aznarista y asegurando que se había divertido mucho. Claro, pasándose por la entrepierna todo el respeto necesario por ser un compareciente que debía atender a las acusaciones, algunas juzgadas, de corrupción. El corrupto mayor, resucitó.

Por eso debo calmar mis neuronas irritables con asuntos de una cierta relevancia, sacados de noticias sueltas, pero que son bastante más reconfortantes para la esperanza en la especie humana que esta aparición de Don Pantuflo Aznar y sus Zipi Casado y Zape Rivera. A un tipo se le ha prohibido acudir de por vida a un restaurante de esos que son de bufet libre porque se comió de una sentada cien platos de sushi. Mi pregunta es si es legal expulsar a alguien por comer tantos platos. Si es libre, pues viva la libertad de expresión y de ingestión.

Para terminar este bucle agónico les comento algo que me hace sentirme epitome de Quincey, ya que parece ser que un recluso de una cárcel de Florida ha matado a un compañero de celda, le ha sacado los ojos y se ha hecho un collar con las orejas. Un caso que puede ser una falsa noticia o una declaración de amor, depende de la bancada política en la que te sientes, pero que demuestra que de los seres humanos se puede aprovechar todo. Siempre hay un motivo para compararse y perdonarse a uno mismo. Aznar logra en mí esa absolución.