Antonio Alvarez-Solís
Periodista
GAURKOA

Fascismo galopante

Por favor, lean ustedes esto, aunque generalmente los españoles no leen o leen muy poco, sino que funcionan preferentemente con refranes que les orientan la vida. Ejemplo de actualidad: ¿para qué perder el tiempo en adquirir una mínima cultura meteorológica cuando hay refranes que previenen perfectamente lo que está ocurriendo con los desbordamientos de los ríos: «Si las orejas sacude la burra/ lluvia segura» ¿ Pero cómo de intensa la lluvia? ¿Con qué graves consecuencias?

Los alcaldes no preguntan nada de eso a la burra, a la que en el fondo menosprecian por ajena a todo porte informático. Saben los alcaldes que va a llover en abundancia, pero fomentan o permiten que se sigan construyendo casas, calles o carreteras en las ramblas por donde vuelven a discurrir las aguas que a veces recuperan su viejo y olvidado camino ¿Pero hay algún alcalde o concejal que haya hecho esas elementales lecturas o consultas autorizadas sobre meteorología?

Supongo que los munícipes encargados de medio ambiente en poblaciones aragonesas, por ejemplo, no se fiarán ya del adagio que dice: «Por la Pilarica/ agua muy rica». Y se pondrán en contacto con especialistas en esta materia para indicar, al menos al amigo de turno, la conveniencia de ser previsor en el negocio de la construcción. De todas maneras estas concesiones municipales, hechas con burra o sin burra, debieran estar severamente condenadas porque en catástrofes como las actuales se han producidos muertes que cabrían en la figura penal del homicidio por imprudencia.

Gobernar es eso: leer, saber, vigilar activamente… No basta con contar votos y pactar distribuciones de escaños. Gobernar es como rezar; hay que hacerlo todos los días y con la debida humildad.

Si se lee con constancia y deseo de servir al mundo y a la patria, en este caso España, no se puede decir en el marco de las uvas pasas de Málaga esto que acaba de expeler el futuro primer ministro por el Partido Popular, Sr. Casado, si gana las elecciones: «La Hispanidad es probablemente la etapa más brillante no solo de España sino del hombre». Oigo las ovaciones de una serie de braceros andaluces y de los señoritos que les echan algunos euros de vez cuando: «¡Mira lo que sabe el diablo del chico, que debió conocer a los Reyes Católicos. No hay como ser universitario fino y vivir en Madrid!».

Pero la cosa no había dado fin al llegar el relato al primer hombre, que podría haber sido perfectamente andaluz. Siguió el Sr. Casado: «América fue descubierta desde Andalucía. Por ello América debería ser un puntal de desarrollo para lo andaluz». «Ya están pasando el cepillo», me dijo un buen amigo que tuvo un sublevado de Franco en su familia andaluza y que no acaba de explicarse por qué al-Ándalus llegó a su pobreza actual –un 30% de paro real– tras ser durante siglos una gran potencia mediterránea en lo económico, en lo cultural, en lo científico, en lo arquitectónico… ¿Qué fue de aquel pueblo que inventó hasta el weekend inglés por un visir que aceptó volver a su cargo –se había retirado a la sierra por edad– si el Califa que lo requería le garantizaba esos tres días de descanso para pensar y tejer bellas alfombras.

Pero Casado estaba en plenos juegos artificiales y como decimos los asturianos «no se agachó por elles». Clausuró la historia universal con este redondeo triunfal: «La Hispanidad es probablemente la etapa más brillante no solo de España, sino del hombre» ¿Pero de qué hombre habla repetidamente el líder de la derecha? Es intrigante. «Nunca antes se había logrado trasladar la cultura, la historia, la religión de una nación a tantos sitios a la vez. Solo el Imperio Romano –¡dale con los romanos!– aguanta la comparación. Y eso con la ayuda de San Pedro, que si no.

Pues bien. «El drama andaluz es que durante cuarenta años no ha habido alternancia; el pueblo se ha sentido abandonado por la red clientelar y de corrupción». O sea, que si triunfa el Sr. Casado y llega a la Moncloa, los andaluces se librarán de la red clientelar para dedicarse a la pesca con anzuelo. Lo malo es que con el Sr. Casado lleguen sus aliados naturales de Ciudadanos y de VOX, que son la quinta esencia del fascismo puro y duro, dirigidos por el Sr. Rivera y el Sr. Abascal, que no son nada remisos a iniciativas como las siguientes: ilegalización de partidos independentistas, aplicación del artículo 155 sin necesidad de ilícito previo, supresión de la venta callejera que perjudica gravemente a las grandes cadenas comerciales, rechazo absoluto de inmigrantes –supongo que eximirán a los que se hagan socios del Madrid–, aumento del presupuesto militar para ir a matar infieles, protección terminante y casi exclusiva a la clase media –¿dónde estará la clase media?–, policía única en España y debidamente protegida, aumento del poder de la magistratura –¡a por ellos, Llarena!–, fomento de la personalidad de los héroes nacionales y de sus hazañas mediante homenajes multiplicados, –¡niños, un beso a mamá y papá antes de iros a la cama y otro para el Sr. Hernán Cortes, que nos estará escuchando!–, derogación de la ley de memoria histórica, que ha permitido que se cuelen en la historia un montón de rojos, agravamiento de penas por ofensas y ultrajes a España, Estado unitario –supongo que se cambiará el cartel de «Bienvenido a España» por el más adecuado de «Bienvenido al Estado español»–, castigo de las huelgas y encarcelamiento de piquetes…

Es decir, tendremos un Estado en el que la «virtud» tratará de recordar con demérito la sociedad de los padres peregrinos que fundaron Estados Unidos.

A mí los Sres. Casado, Rivera y Abascal me sugieren que está por surgir el IV Reich alemán, que es lo que falta para dar fin a una Europa que, de alguna manera, soñó imperial y noblemente el emperador Carlomagno en el siglo IX, quien entre otras cosas puso la primera piedra de los condados de la Provenza y transpirenaicos que evolucionaron hasta su conversión en Catalunya. Este último dato, universalmente conocido por los historiadores se lo facilito al Sr. Casado para que entienda que Catalunya es una nación que siempre miró hacia el Mediterráneo al margen de la hispanidad. ¡Una nación, Sr. Casado, que no se resigna a ser el apéndice de una hispanidad que sirvió de despensa estrujada y tristemente de banca forzosa a dinastías que tenían sus ambiciones depositadas en geografías lejanas! No me cansaré de repetir todo esto aunque sea en Málaga. Sr. Casado: usted es mi esperanza de que los españoles se den cuenta de que habitamos un fascismo espeso y municipal.