Las expectativas son altas siempre que aparece un coro británico, no en vano tienen una de las vidas corales más desarrolladas del mundo. Pero los londinenses Convivium Singers no firmaron una actuación del todo memorable, me atrevería a decir que, en parte, porque no tenían el programa lo suficientemente pulido, como evidenció la inseguridad con que abordaron “Basque Rosary” de George Arthur. Había también un problema de desequilibrio con las sopranos, que parecían funcionar a medio gas. Aún así, regalaron buenos momentos en las obras de Purcell y Martin.

Llegaron después los asturianos El León de Oro, que era el mejor candidato para que pudiera haber un representante del Estado en la final. Fueron sobresalientes en el “Duo Seraphim” de Dubra o en “Asturies” de Elberdin, que convirtieron en una fiesta con gaitas incluidas, pero no tanto en las obras de polifonía o en las de Brahms, debido a problemas de empaste. En cualquier caso, se defendieron bien e hicieron honor a su fama de ser uno de los mejores coros del Estado.

Cerró la mañana y la primera fase del concurso otro coro alemán: el Kammerchor Saarbrücken, que se presentó con una de las obras de más enjundia de todo el certamen, “Fruede aur Erden” de Schoenberg, con una versión magnífica y afinadísima en estilo. El de Saarbrucken es un coro de gran solidez interpretativa, que aplicó a un programa variadísimo en el que había incluso jazz, pero su color no tan bello fue quizá un handicap para llegar a la final. 

A media tarde de ayer anunciaron los cuatro coros finalistas que competirán en la gran final del domingo, con las puntuaciones reiniciadas a cero. Son el Oreya de Ucrania, Kamer Koris de Letonia, Batavia Madrigal Singers de Indonesia y St. Jacobs de Suecia.