Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Alegría tristeza»

Lo que perdimos en el fuego renacerá de las cenizas

A día de hoy Ibon Cormenzana domina el oficio cinematográfico a plena satisfacción. Sé que desde que debutó como director con “Jaizkibel” (2001) han pasado casi dos décadas con una mayor dedicación a la producción, aprendiendo de otros colegas de profesión. Me imagino que son muchos años de espera, de paciencia, de dar con el ansiado proyecto para volcar lo que uno lleva guardado dentro. Pero el audiovisual es ingrato, porque todos sabemos que hay una saturación de imágenes mediáticas y lo que falla es precisamente la comunicación, y el espectador se ha convertido en un receptor cuya atención cuesta captar cada vez más y más. Y de eso trata en definitiva “Alegría tristeza”, una película que a mí sí me ha llegado y me ha confirmado la sensación de que vivimos en un mundo insensible al dolor ajeno, al estar anestesiados frente a una realidad traumática.

Históricamente, en los periodos bélicos era la figura del soldado que volvía del frente como un muerto viviente la que definía el estado comatoso de una civilización en declive. Y Cormenzana, para representar la situación actual, ha elegido con muy buen criterio el personaje de un bombero. Es esta gente la que por hallarse en la primera línea de fuego recibe más directamente los ataques que sufre la sociedad civil, y se intenta obviar dicho impacto sicológico poniendo el acento en la forma física que requieren. Llegado el momento de la verdad, cuando el apagafuegos necesita ayuda médica, el tratamiento siquiátrico que se le dispensa dista mucho de ser el adecuado.

La persona que hay debajo del uniforme del cuerpo de bomberos permanece bloqueada mental y emocionalmente a causa del estrés postraumático, y para renacer de sus cenizas afectivas solo tiene a su hija pequeña, la única que le puede ayudar a superar su parálisis empática. Roberto Álamo y Claudia Placer transmiten no poca esperanza.