Iker BIZKARGUENAGA
INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y CONTROL FRONTERIZO

Un cerbero virtual custodia la entrada a la Unión Europea

No tiene tres cabezas, de hecho no tiene ninguna, pero su función es guardar las fronteras de la UE con el mismo rigor que el perro de Hades. Un detector de mentiras operado por un sistema de inteligencia artificial será el penúltimo escollo para entrar en Europa.

Entrar en Europa no es fácil, hace tiempo que se asemeja a una fortaleza. Es vieja y quizá decadente, pero sigue siendo un faro para millones de personas que albergan la esperanza de hallar un futuro mejor, o simplemente un futuro, e intentan arribar por tierra, mar y aire. Pero por tierra se topan con muros y vallas, en el mar perecen por cientos, y para quienes llegan en avión los controles son inflexibles. No es fácil entrar en Europa. Y a partir de ahora, además, la posibilidad de franquear sus puertas podría depender del insondable criterio de una máquina, que llaman inteligente pero que tiene la humanidad de una concertina.

Hablamos una vez más de la inteligencia artificial y de sus dispares aplicaciones. En este caso se trata de un detector de mentiras de funcionamiento autónomo que se instalará en los controles de seguridad de los aeropuertos y a cuyas preguntas serán sometidos quienes quieran cruzar las fronteras de la Unión Europea. Nada más tomen tierra, los pasajeros serán interrogados por un avatar sobre los detalles de su viaje, mientras una máquina analizará su expresión facial para determinar si está o no mintiendo.

Según explica el periodista Rob Picheta en un reciente reportaje publicado en la web de la CNN, citando al profesor de la Universidad Metropolitana de Manchester Keeley Crockett, involucrado en este proyecto, el avatar se irá volviendo cada vez «más escéptico» y cambiará su tono de voz si considera que la persona que está siendo interrogada no dice la verdad. Posteriormente, estos pasajeros serán sometidos a pruebas biométricas, incluidas las huellas dactilares, la lectura de la vena de la palma de la mano y las facciones de la cara, antes de ser remitidos a un guarda de seguridad de carne y hueso. Por contra, a aquellos que no han despertado sospechas se les permitirá pasar.

El proyecto, que cuenta con un presupuesto inicial de 4,5 millones de euros, se llama iBorderCtrl y está siendo probado durante este mes de noviembre en los aeropuertos de Grecia, Hungría y Letonia con viajeros procedentes de países de fuera de la Unión.

Derecho a la privacidad y la intimidad

¿Qué tiene tu maleta? ¿Cuál es el motivo de tu viaje? ¿Cuánto tiempo estarás de visita? Son algunas de las preguntas predeterminadas que antes hacía y escrutaba un agente de fronteras y ahora lanzará una voz sin rostro. Y esa opacidad es uno de los elementos que han hecho saltar las alarmas entre los grupos defensores del derecho a la intimidad y a la privacidad. «Esto forma parte de una tendencia más amplia hacia el uso de sistemas automatizados opacos, y a menudo deficientes, para juzgar, evaluar y clasificar a las personas», indica a la cadena norteamericana Frederike Kaltheuner, miembro del colectivo Privacy Internacional, que considera este programa «una idea terrible»

Pero no es sólo la opacidad lo que preocupa, también lo hace la fiabilidad de la tecnología. Hasta ahora ha sido probada con 32 personas, una muestra pequeña, pero sus promotores confían en alcanzar un grado de acierto del 85%. Para ello tendrán que luchar contra el pasado más reciente, que acumula fiascos en esta materia. Y es que, por ejemplo, los algoritmos de reconocimiento facial utilizados previamente han mostrado un alto grado de error, sobre todo cuando les ha tocado analizar a mujeres y personas con un color de piel oscuro. Como se explicaba en un reportaje publicado en estas páginas el 30 de abril, los programas de Google han llegado a confundir caras de personas de raza negra con simios, y otros sistemas desarrollados por gigantes tecnológicos como IBM y Microsoft han demostrado prejuicios.

Con estos precedentes, es normal que organismos defensores de los derechos civiles muestren reparos ante la idea. «Los detectores de mentiras tradicionales tienen una historia turbulenta plagada de incriminaciones de gente inocente. No hay garantías de que la inteligencia artificial vaya a solucionar esto, especialmente si es una herramienta que sólo se ha probado con 32 personas», expone Kaltheuner. Este activista social añade que «incluso tasas de error aparentemente pequeñas significan que miles de personas tendrán que demostrar que son honestas, únicamente porque algunos programas dicen que son mentirosas».

Imposible una precisión del 100%

En el otro extremo del cuadrilatero, Crockett admite que «no se puede tener un sistema que sea preciso al 100%», pero defiende que la precisión será mayor y el margen de error menor a medida que se vaya probando con cada vez más personas. Recuerda, asimismo, que el sistema será supervisado en todo momento por un ser humano, que podrá comprobar los resultados del examen que la máquina haga con cada uno de los pasajeros.

Sin embargo, todos sabemos lo que ocurre en un aeropuerto cuando una máquina indica que algo no va bien, cuando suena alguna alarma o se enciende algún piloto rojo. Puede que las personas que hayan sido señaladas por la inteligencia artificial como mentirosos acaben logrando entrar en la UE, pero les tocará demostrar que no han mentido. ¿Cómo será el proceso para contrastar su inocencia? ¿Podrá un guarda de seguridad o un único agente revocar lo manifestado por el avatar? ¿Recaerá sobre ellos la responsabilidad de dejar pasar a una persona que la máquina ha dicho que estaba mintiendo? No parece un trago agradable. Y si no es así, si esas personas tienen que someterse a un escrutinio prolongado, su estancia en el aeropuerto puede ser una pesadilla.

Por otra parte, hay gente que se pone nerviosa cuando tiene que pasar por un arco de seguridad o cuando es interrogada en un aeropuerto. No porque tenga nada que esconder ni porque guarde intenciones aviesas, sino porque va con su carácter. Y un ser humano, más si se dedica profesionalmente a ello, está entrenado para cotejar las inflexiones de la voz, medir el lenguaje no verbal, discernir el nerviosismo típico de estas situaciones de las reacciones anómalas, aquellas que son inusuales. ¿Podrá hacer una máquina ese trabajo? Los detectores de mentiras miden la presión arterial, el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria, los estímulos nerviosos y la conductancia de la piel de las personas interrogadas... y muchas veces fallan. De hecho, la mayoría de psiquiatras, psicólogos, neurólogos y neurofisiólogos coinciden en que hay poca base para aceptar la validez de su dictamen, y en el Estado español no se admite el polígrafo como prueba de cargo que sirva con carácter exclusivo para sustentar una sentencia condenatoria en el ámbito penal. ¿Servirá como cedazo en los aeropuertos europeos?

Por el momento, en esta prueba inicial sólo los pasajeros que den su consentimiento a través de un formulario que rellenarán a su llegada se enfrentarán cara a cara con el avatar, pero este ha llegado para quedarse.

El control biométrico ya está aquí

Realmente, sólo constituiría un paso más en la sofisticación del control fronterizo. Hace ya tiempo que en los aeropuertos de algunos países funciona el control biométrico, y según publicó la web cerodosbe.com, en los próximos tres años el 77% de los aeropuertos y el 71% de las aerolíneas incluirán programas de identificación biométrica. En el Estado español esto ya es una realidad en siete aeropuertos –Madrid, Barcelona, Girona, Palma de Mallorca, Alicante, Tenerife Sur y Málaga–, con 124 sistemas instalados. Se trata del Sistema ABC de identificación de personas, que registra las entradas y las salidas del espacio Schengen o Espacio Económico Europeo y que necesita de la introducción por parte del pasajero de su DNI electrónico o pasaporte digital. En cada puesto hay un sensor de verificación de la huella digital y cámaras de reconocimiento facial. La Estación Marítima de Algeciras cuenta igualmente con un dispositivo igual.

En general, la tecnología más extendida es la verificación de identidad en las terminales automáticas de check-in, que ya está en uso en el 41% de los aeropuertos mundiales, según el informe “Air transport IT insights 2018”, realizado por la consultora de servicios tecnológicos SITA, mientras que el 74% tiene planes para desplegarlo antes de 2021. Asimismo, las puertas de autoembarque que utilizan la biometría como identificación, en sustitución de documentación tradicional como el pasaporte, también se convertirán en algo común en los próximos tres años, con el 59% de los aeropuertos y el 63% de las aerolíneas que esperan utilizarlos.

El argumento que sostiene en público el despliegue de toda esta tecnología es la necesidad de agilizar el paso por los controles y fronteras, pero es imposible sustraerse a la sensación de que para muchas personas esa voz enmascarada que les preguntará para qué quieren entrar en Europa tendrá la consistencia del hormigón armado.