Nora FRANCO MADARIAGA
Opera

Difícil cruzada

Los “años de galeras” de Verdi nos han dado obras de muy diversa factura y calidad y Los Lombardos es una clara muestra de lo que podemos encontrar en ese período: una obra muy irregular que, para sostenerse sobre un libreto cojo y mal estructurado, alterna pasajes prescindibles con páginas brillantes que dejan ver la genialidad del de Busetto. Sin embargo, aunque lejos de ser una ópera redonda, es una obra que marca desde el primer pasaje un estilo verdiano claro y diferenciable con fragmentos y melodías cuya inspiración reencontraremos en obras de indiscutible maestría como Otello, Macbeth o incluso Traviata; una ópera que musicalmente apunta hacia el mejor Verdi y que está cargada de acertada intuición pero que por juventud, inexperiencia, prisa y un mejorable libreto se queda lejos de ser una de sus obras destacadas.

A pesar de todo, la producción del Teatro Regio di Parma que ha trasladado ABAO al Euskalduna trata con el máximo mimo y respeto esta ópera, tan compleja técnicamente. Con la exquisita y cuidada dirección musical del Maestro Frizza y un elenco muy equilibrado y acertadamente escogido, además de la adecuada y atemporal dirección escénica creada por el tristemente fallecido Lamberto Puggelli, el público bilbaino ha podido disfrutar de la mejor versión posible de esta ópera tan raramente representada.

En cuanto al reparto, absolutamente destacable el trabajo de Ekaterina Metlova en el papel de Giselda, un rol endiabladamente exigente, largo y extenuante, de una complicación técnica abrumadora, que la soprano rusa supo gestionar de manera irreprochable.

Igualmente meritorio Roberto Tagliavini que, pese a estar aquejado de un resfriado propio de esta época, encarnó el papel de Pagano con la solidez y coherencia a la que nos tiene acostumbrados. Bien es cierto que esa pequeña indisposición vocal quitó brillo a la zona aguda, pero reforzó su color oscuro, lo que añadió intensidad a su interpretación.

Sergio Escobar como Arvino se mantuvo en ese mismo buen nivel, con su voz adelantada, de agudo billante y cargada de matices. Sufrió más el tenor José Bros que, pese a una seria afección vocal, hizo un ejercicio de pundonor y una demostración de profesionalidad y sacó adelante con bravura entre medias voces y toses disimuladas el duro rol de Oronte.

Fabulosos tanto la Orquesta de Euskadi como el Coro de Ópera que, bajo la atenta batuta de Riccardo Frizza, llevaron a buen puerto esta difícil cruzada.