Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Periodista
NEWROZ EN KURDISTÁN (I)

TURQUIA DEVUELVE A LA LENGUA KURDA A LAS CAVERNAS

El conflicto entre el Estado turco y el movimiento kurdo va más allá de la lucha armada: la asimilación cultural y lingüística es una batalla crucial. Ahora que la guerra total ha vuelto a Kurdistán Norte, el partido (AKP) del presidente turco, Recep Tayip Erdogan ,obstruye los derechos a la educación y culturales de las minorías que comenzó a reconocer en su época aperturista.

Deniz Kizamin dikari ali mini biki? (Deniz, mi niña, ¿puedes ayudarme en la cocina?)», pregunta Aysel a su hija menor. «Tamam, bes dakika sonra. Simdi çizgi film izliyorum (De acuerdo, cinco minutos más tarde. Ahora estoy viendo dibujos animados)», responde la rebelde Deniz, de nueve años, en un habitación contigua junto a Serhat, su sobrino, de la misma edad. Aysel habla en kurdo con Deniz, quien responde en el idioma que mejor domina: el turco. Aysel, que lo entiende pero no lo habla bien, lamenta que el turco ocupe un espacio que nunca le ha correspondido en Kurdistán Norte, el del hogar, pero explica la dificultad de enfrentarse a la asimilación cuando Deniz y Serhat estudian en un colegio que enseña en turco, de ahí su preferencia, y, como monstruo amable y principal fuente de ocio, la variada televisión turca proporciona felices veladas nocturnas a la familia Abidin.

Los Abidin son de Kiziltepe, ciudad en la que la variante kurmanci del kurdo domina la esfera pública y los hogares: quienes tienen más de 20 años lo hablan, aunque esté trufado de árabe y turco. Sin embargo, la última generación tiene dificultades con su lengua materna, lo que evita conversaciones profundas entre los extremos generacionales. Cada día, a medida que crece la escolarización de los kurdos, ocurre más a menudo en Kurdistán Norte, sobre todo en ciudades y regiones de choque como Diyarbarkir y Batman. De esta última urbe es Hamid, funcionario de 28 años residente en Estambul, orgulloso como pocos del autor kurdo Ehmede Xani. Su hermana pequeña, de 15 años,, entiende kurdo, como siempre dicen por aquí, pero no lo habla. Hamid considera que ya es tarde para que recupere su lengua materna. Culpa al Estado turco, pero se enfada con su madre: al igual que la familia Abidin, las noches se comparten con los canales turcos 'Kanal D', 'Star TV' y 'NTVspor'.

Estas familias kurdas, contrarias al Gobierno pero no necesariamente alineadas con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), –cuyos seguidores siempre tienen el satélite con los canales kurdos, más versados en noticias que en ocio–, atestiguan un drama que afecta a Kurdistán Norte: la asimilación de un pueblo a través de la cultura y la educación. «En el proceso educativo los niños se acostumbran al turco y ven que el kurdo no es importante. El Estado y el sistema educativo quieren que esos niños olviden el kurdo», considera Atalay Göçer, investigador del centro de estudios DISA. «Las familias quieren que sus hijos estudien en kurdo porque sufren problemas de comunicación en casa. Además, empiezan la educación en una lengua que desconocen, el turco, y pueden perder fácilmente un año o coger manía al colegio», añade Halis Kizilirmak, secretario de la sede Ofis del sindicato educativo Egitim-Sen. «Necesitamos educación en lengua materna. En Irán el kurdo no es oficial, pero todos lo hablan. Aquí, la asimilación ha sido muy fuerte: los niños hablan muy poco kurdo y en 30 años podríamos dejar de existir. En una lengua es muy difícil recuperar lo que se pierde en el tiempo, y si bien no estamos en una posición crítica tampoco atravesamos un buen momento», alerta Rosan Lezgin, puede que el mayor experto en kirmancki, llamado también zazaki, una variante del kurdo en peligro de extinción según la Unesco.

Una historia de represión

En el Imperio Otomano, las distintas naciones no tuvieron grandes problemas para educarse en lengua materna. Sin embargo, buscando un estado-nación puro, la República de Turquía ocultó en el siglo XX las diferencias existentes en sus habitantes: se eliminaron los símbolos y nombres de ciudades y aldeas de las minorías, se obligó a usar apellidos turcos y se discriminó a quien no hablara turco en público. La tradición oral y la alta abstención escolar fueron el asidero del kurdo: visto como arcaico, se imponía en Kurdistán Norte, aunque el turco era símbolo de educación y llave de la burocracia. Sería en la década de los 80, tras el golpe de Estado de Kenan Evren, cuando la desmesura se apoderó de la lógica, asegurando que los kurdos eran turcos de la montaña que hablaban un turco deformado. En 1983, embarcado en la batalla por la hegemonía cultural, el Gobierno prohibió diseminar ideas en otra lengua que no fuera la turca y limitó el sistema educativo al uso de este idioma hasta la posterior introducción de una excepción para lenguas como inglés, alemán o castellano.

Una década después, bajo el liderazgo de Turgut Özal, se rompieron los primeros tabúes. En el momento de mayor tensión, cuando el PKK demostraba no ser solo un puñado de estudiantes descontentos, Özal abolió la ley por la que revistas y diarios no podían ser impresos en kurdo. Pese a ello, la atmósfera era altamente represiva en los años 90: el Estado confiscaba casi todos los números de la revista 'Hevi' (esperanza en kurdo), políticos eran juzgados por usar el kurdo en sociedad, se asesinaba a periodistas kurdos. Quedaba mucho por hacer, en el marco legal y social, porque los kurdos eran demonizados. Muestra de ello fue la tensión que produjo en 1999 el cantante Ahmet Kaya cuando en una gala de periodistas ANUNCIó que cantaría en kurdo.

La marginalidad que pesaba sobre el kurdo comenzó a cambiar con el AKP de Recep Tayyip Erdogan: la televisión enfocaba a líderes utilizando frases kurdas en sus encuentros en Kurdistán Norte –el exprimer ministro Ahmet Davutoglu incluso aseguró que le gustaría aprender kurdo–, o se organizaba un concierto en Diyarbakir con Sivan Perwer, cantante kurdo que llevaba décadas sin pisar Anatolia. En cuanto a reformas legales, se permitió emitir el canal en kurdo TRT6; estudiar kurdo como optativa en los institutos; hacer campaña electoral en otro idioma que no fuera el turco; señalizar las ciudades con los nombres de las minorías; abrir centros privados de enseñanza en kurdo y departamentos universitarios para investigar la lengua kurda. Un hito para Turquía. «En la época de relajación daba cursos en los hospitales cada dos meses. El Gobierno decía que a los enfermos que había que tratarlos en su propia lengua», recuerda Lezgin, en una cafetería que mira al parque de los Mártires del 15 de Julio, en recuerdo a los caídos en el fallido golpe de Estado, antes llamado 'Park Orman' (parque Bosque).

El presente

Esta luna de miel tuvo su final con la derrota electoral de Erdogan en junio de 2015 y el posterior colapso del proceso de paz con el PKK. El presidente entonces viró al nacionalismo turco, que le sirvió para volver a ganar en las urnas, y usó los resquicios legales para arrinconar de nuevo a la lengua kurda. Utilizando la polémica ley Antiterrorista y decretos, cerró la agencia de noticias kurda 'Dicle', hoy llamada 'Mezopotamya Ajansi', y el diario 'Özgür Gündem', encarceló a miles de activistas kurdos, tomó el control de las alcaldías kurdas, impuso multas por usar la palabra Kurdistán en el Parlamento, y entorpeció el desarrollo natural de la asignatura optativa de kurdo. El colmo de la desmesura fue la suspensión temporal (Erdogan se retractó) por decreto del canal de dibujos animados en kurdo 'Zarok Tv', dando a entender que Bob Esponja, por hablar kurdo, atenta contra la integridad de Turquía.

El «todo es el PKK» ha servido de excusa al Gobierno para cerrar o ilegalizar las organizaciones que promueven el kurdo, incluido el puñado de denominados «colegios libres», que educaban en kurdo. Göçer lo lamenta. Asegura que el adoctrinamiento ideológico se da fuera de las aulas. «Cerrar esos colegios fue otro error: los niños han nacido en una zona en conflicto, escuchan canciones del PKK y, sin ser profundo su conocimiento, entienden lo que ocurre. Antes de ir al colegio esos niños quieren ser 'Apocu' (seguidores de Abdullah Öcalan). Por lo tanto, quienes iban a esos colegios ya eran cercanos al movimiento kurdo». «Todo es política. La forma en la que vivimos es política. Pero que una persona estudie en lengua materna es un derecho», sentencia Kizilirmak.

Políticos y lingüistas llevan décadas luchando por recuperar el prestigio social del kurdo, conteniendo la asimilación turca. Ahora que el kurdo regresa a su caverna, cada vez más intoxicada por la cultura dominante, descienden su consumo y su oferta. «Que se abriera TRT6 fue algo muy importante: antes la gente tenía miedo de comprar incluso un libro. Pero ahora la atmósfera atemoriza, de nuevo hay miedo a comprar estas publicaciones, lo que hace que descienda la producción de conocimiento. Yo he parado la edición de 'Newepel' (primera revista en kirmancki)», lamenta Lezgin, consciente de que las publicaciones en kurdo están desapareciendo de los kioskos de Diyarbakir.

Ante esta coyuntura, determinadas familias kurdas no quieren ver a sus hijos atravesar las dificultades que ellos vivieron y les apoyan en su educación en lengua turca, requisito para convertirse en funcionario. Otras familias, sobre todo las más politizadas, evitan utilizar el turco siempre que no sea obligatorio. Sin embargo, todos en Kurdistán Norte quieren que Turquía acepte la resolución de la ONU que estipula el derecho a estudiar en lengua materna sin sufrir discriminación. Porque la lengua kurda carga con la esencia de una cultura milenaria que cuenta con un sinfín de fábulas y con la memoria sonora de los campesinos que le cantan ardientes a la primavera y melancólicos al invierno. La primera muestra la llaman heyranok y la segunda, reflejando las estaciones de la vida, payizok. Unas fórmulas propias de esta lengua de tradición oral recogidas en históricas revistas kurdas y representadas con pasión por los dengbej, trovadores que relatan historias de amor o epopeyas. Un legado que en el siglo XXI muchos tratan de proteger, aunque para ello sea imrescindible y urgente la participación activa de la última generación kurda.