Vuelve «Black Hammer», el reality de los superhéroes de la granja
El hiperactivo guionista y solo un poco menos hiperactivo dibujante Jeff Lemire vuelve a una de sus series más personales con «Black Hammer 3. La Edad Sombría». Editada por Astiberri, esta historia de superhéroes al filo de la debacle existencial amplía su universo narrativo con una entrega que viene precedida por el anuncio de la venta de los derechos a la productora Legendary Entertainment, responsable de «Batman Begins», para una adaptación al cine.

Dice Lemire que escribe fácil, sin buscar tramas complejas y profundas en sus guiones, es más, dice que solo dedica los fines de semana a la escritura porque de lunes a viernes se dedica exclusivamente a dibujar. Puede ser cierto, pero también es probable que el autor canadiense dedique algún que otro rato mental más a sus guiones. De lo que no cabe duda es, si embargo, de su capacidad imaginativa. Escribe para DC cómic y Marvel; es el guionista de “Descender”, serie que comparte con el dibujante Dustin Nguyen y que ya va por su sexta entrega. Creó la fantástica trilogía “Essex County” y con esta nueva entrega de “Black Hammer” nos vuelve a fascinar, una vez más, con su particular mundo de superhéroes. Sin olvidar tampoco el spin off “Sherlock Frankenstein y la Legión del Mal”, también ha publicado, como todo lo anterior, por Astiberri y que es el primero de los cuatro que ya tiene pensados para ampliar el universo del Martillo Negro con las peripecias de los supervillanos de Spiral City.
“Black Hammer” es una serie concebida originalmente por Lemire en 2008, cuando la posibilidad de trabajar para DC o Marvel no era más que una quimera en la mente del dibujante y que conserva la independencia y la personalidad de un trabajo de autor fuera de los canones de la industria pesada.
En 2015 la prestigiosa editorial Dark Horse, con criterio, se interesa por una historia que Lemire tenía integramente concebida y diseñada y firma un contrato con el autor para publicar integramente “Black Hammer”. De esta serie de tebeos dice Lemire que son, ante todo, un homenaje muy personal, desde el amor, al mundo de los cómics de superhéroes que leía en los 80. Este ejercicio de reescritura nostálgica ha contagiado incluso a los poco o nada aficionados al género y a los poco o nada aficionados también al cómic.
Algo similar a lo que aún sigue ocurriendo con los “Wachtmen” de Alan Moore, otra obra capaz de atrapar entre sus páginas a quien se acerca a curiosear. “Black Hammer” comparte con la obra de Moore cierto aroma argumental y una estructura narrativa en capítulos que son otro guiño nostálgico al tebeo de superhéroes por entregas. Con su lanzamiento en 2017 consiguió hacerse con el premio Eisner a la mejor serie y ese mismo año los libreros de Madrid le otorgaban el premio al mejor cómic.
Una familia peculiar
La historia comienza con seis superhéroes confinados al claustrofóbico espacio rural de una granja. Un misterioso suceso ocurrido diez años atrás en la gran ciudad, Spiral City, es la causa de esta reclusión forzosa de los protagonistas de la historia, el coronel Weird, una especie de viajero espacial lisérgico y su robot Talky-Walky; Madame Libélula, una bruja de los pantanos; Barbaralien, un alienígena atormentado por el deseo; Golden Gail, una mujer irremediablemente atrapada en el cuerpo de una niña y uno de los personajes más ricos argumentalmente; y Abraham Slam, personaje que sirve de guía espiritual y cabeza de este pintoresco grupo que vive como una peculiar familia de cara a la galería de habitantes locales.
Tras un soberbio planteamiento inicial en “Black Hammer 1. Orígenes”, donde Lemire abandonaba a los personajes en caída libre hacia la neurosis, en “Black Hammer 2. El suceso” el canadiense nos permitía entrever alguno de los hilos argumentales de unión entre la granja, el pueblo y el misterio que mantiene prisioneros a los personajes; recurría, de nuevo, al uso de flashbacks para dar consistencia a las historias vitales de cada uno de ellos y abría la trama hacia un novedoso desarrollo con la inclusión de Lucy Weber, un nuevo personaje conectado directamente con el Martillo Negro del título y que parecía poseer la clave de los anhelos de los protagonistas. En esta tercera entrega, “Black Hammer 3. La Edad Sombría”, con una estructura similar a las dos anteriores, el personaje de Lucy Weber toma las riendas y sirve de guía argumental a Lemire para llevar esa búsqueda mucho más allá del entorno físico del pueblo y la granja. La historia se amplía definitivamente a otros universos paralelos más oscuros, plagados de zombies y personajes salidos directamente de las fauces del averno. Lucy parece ser definitivamente la llave del misterio y su desaparición ahonda la angustiosa situación del grupo y de sus relaciones cada vez más tensas.
Lemire ha concebido “Black Hammer” en forma de tragedia griega, sobre un universal tan imperecedero como la fatalidad del destino de los dioses y de sus emisarios en la tierra. Los personajes de la granja están sometidos a un cautiverio existencial más que físico: el cautiverio de sí mismos, de sus pasiones, de sus deseos y de sus miedos. Son superhéroes enfrentados a su imagen en el espejo (el espejo que Golden Gail hace añicos en la segunda parte), a su desnudez existencial, más acentuada si cabe por unos superpoderes que de nada sirven en esa incesante búsqueda de respuestas. El superhéroe trágico forzado a cohabitar en un microcosmos cerrado, la granja y el pueblo, con otros que, igual que él, son prisioneros, pero más del tiempo que se fuga que del espacio que los encierra. “Black Hammer” es un trabajo de deconstrucción de la figura del superhéroe que eleva la nostalgia al cuadrado: nostalgia del autor por el cómic de superhéroes y nostalgia de los personajes por un pasado de heroicidades a las que el paso del tiempo cuestiona sin piedad.
Como en los dos volúmenes anteriores y a excepción del capítulo 9 del segundo volumen, dibujado por David Rubin y que aportaba esa atmósfera retro del tebeo galáctico para narrar el encuentro del capitán Weird y Talky-Walky, el dibujante Dean Ormston y Dave Stewart, que se encarga de las tintas, vuelven a ser el tandem perfecto para el desarrollo visual de la historia. Ormston, un habitual de DC, es el dibujante perfecto para garantizar con solvencia la imagen épica del cómic de superhéroes y Dave Stewart ha conseguido una paleta de tonos ocres y degradados que ambienta de forma insuperable ese territorio lúgubre y asfixiante, tan apropiado para la introspección y tan a menudo reservado al dibujo en blanco y negro.

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