Victor ESQUIROL
MOSTRA DE VENECIA

Una separación estelar

Después de la más que bienvenida anomalía de apertura, el Festival de Cine de Venecia volvió a la normalidad a la que nos ha acostumbrado, durante los últimos años, Alberto Barbera, su director artístico. Abrimos con Hirokazu Koreeda, un maestro japonés rodando en París... e inmediatamente después nos fuimos al confort de ese Hollywood que, en su disparidad de formas, apunta siempre hacia el paraíso prometido de la Academia: los premios Óscar.

La carrera para tan deseados galardones empezó a tomar cuerpo de la mano de James Gray, ilustre heredero (y reformulador) del clasicismo americano, quien tuvo la osadía de presentar la que, sobre el papel, es la cinta más ambiciosa de su carrera. Y veníamos, ni más ni menos, que de la colosal “Z. La ciudad perdida”. Su nuevo proyecto, “Ad Astra”, podría leerse en clave de remake espacial de “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad, la que fuera –infernal– fuente de inspiración para la “Apocalypse Now” de Francis Ford Coppola. Casi nada.

La acción nos sitúa en un futuro próximo; en un tiempo con regusto distópico (cómo no), en el que la humanidad está perdiendo su calor humano. Para complicar un poco más las cosas, resulta que toda la vida en el planeta Tierra está amenazada por una serie de tormentas eléctricas cuyo origen debe situarse en (redoble de tambores) Neptuno. Brad Pitt, astronauta al borde del autismo, es el encargado de capitanear una misión casi suicida que, a lo mejor, terminará con el reencuentro de este con su padre desaparecido, especie de coronel Kurtz atrincherado en la inmensidad insondable del cosmos.

James Gray en su salsa, poniéndose trascendental en el abordaje de las muy trascendentales temáticas principales; apabullando con una puesta en escena que a pesar de potenciar lo alucinado, disfruta más desnudando el artificio del gran espectáculo cinematográfico. Lo hace no solo por firma autoral, sino más bien para devolver a la humanidad, esa especie en peligro de extinción (por deméritos propios), la dignidad y el amor que, en el fondo, tanto se merece.

El universo, esa sombra inabarcable, encontró así un rayo de luz al que aferrarse. Y así se comportó la segunda incorporación a la Competición de hoy. Noah Baumbach nos trajo una producción Netflix: “Historia de un matrimonio”, estupendo via crucis en el que Scarlett Johansson y Adam Driver se enfrentaron a ese campo de minas que es cualquier proceso de divorcio. Venecia siguió a vueltas con los dramas familiares, potentes reflejos de la comedia humana. De ese relato personal e intransferible (aquí, el evidente toque autobiográfico que marca toda la cinta), que no obstante es capaz de conectar con cualquiera que haya cometido la insensatez de implicarse emocionalmente con otro ser humano. Lo llaman amor, sí.

Por último, y a lo mejor por aquello de que no nos viniéramos muy arriba, tuvimos que fichar en “The Perfect Candidate”, de Haifaa Al-Mansour, una selección que olió demasiado a cuota. Un cuento feminista ubicado en el híper-misógino reino saudita; un olvidable (incluso peligroso) canto al conformismo. A Venecia hay que pedirle mucho más.