Raimundo Fitero
DE REOJO

Equinoccio

Vendimias, hojas que vuelan, poemas de amor y encuestas electorales, así vamos a entrar en el equinoccio de otoño. Zinemaldia es siempre un equinoccio cultural. Allí se ven florecer uvas pasas y caer haciendo un ballet expresionista a estrellas fugaces. Esperamos otros impulsos metabólicos para enderezar nuestro ánimo. Las setas nos liberarán de la dictadura del gazpacho. Las campanas suenan huecas. Pero en la calle hay gente que mundialmente se pone de acuerdo para dirigir una protesta muy concreta: salvemos el Plantea. Bueno, ellos lo dicen de otra manera porque son jóvene, que siguen a una lideresa casi adolescente y que quieren parar el cambio climático traumático que estamos todos por acción u omisión contribuyendo a su aumento.

Los viernes son los días elegidos para que en todo el mundo con población con una idea clara sobre estos asuntos salgan los jóvenes a protestar. Son protestas que ahora se miran con la condescendencia de los adultos y mayores que creen que esta muchachada no tiene motivos para quejarse. Y si ellos, los jóvenes no protestan, esto se convertirá en una cueva paleolítica. Y los jóvenes reclaman que les dejemos un mundo respirable, no una sucesión de estaciones meteorológicas que se confunden con conexiones secretas con los cohetes transoceánicos de destrucción global. Nuestra manera de alimentarnos puede ser una parte de la solución se cambiamos ciertos hábitos.

Siguen saliendo a la calle en Francia los chalecos amarillos, un movimiento difuso para los que miramos desde fuera, que está siendo opacado conscientemente por los medios de comunicación, pero que persiste y crea problemas al comodón burgués de Macron. Motivos para protestar existen a raudales, pero estamos muy pendientes de las rifas y los goles. Equinoccio.