Una indiferente estela azul recorre el circo de Jim Carrey

En las meteóricas carreras de la criatura azul y alienígena que acapara todo el interés de la función tan solo se revela su cualidad de intentar entretener al público de la manera más fácil posible. Su carencia de pretensiones se sustenta en un armazón argumental tan endeble que bordea la apatía más descorazonadora. Ignoro los motivos que puedan llevar a una productora como Paramount a realizar una inversión millonaria para llevar a cabo un producto de consumo rápido como el que ha dirigido Jeff Fowler, lo que lleva a preguntar si la sequía de ideas es tan alarmante en Hollywood como para que tener que recurrir a un personaje de videojuegos cuya principal virtud radica en saltar y correr como un cohete autopropulsado. Vista que la idea no daba para mucho, desde la chistera de la sección de guionistas se ha apostado por dar mayor relieve a un villano circense como Jim Carrey, el cual vuelve a ejercer de dibujo animado humano a la hora de dar vida a un villano megalómano que, cómo no, suspira por adueñarse del mundo. En esta tesitura entran a escena el erizo azul que nació de la factoría de videojuegos japonesa Sega en los 90 y un policía encarnado por James Marsden que, sumando sus esfuerzos, impedirán que el malvado Dr. Robotnik ejecute sus pérfidos planes. Puro Shakespeare. Ingenua y consciente de que su recorrido no será excesivo y que no legará nada que merezca ser recordado, la principal virtud de “Sonic, la película” radica en que jamás recurre al trazo grueso a la hora de perpetrar diálogos que son resueltos de manera simple y aderezados con chistes que hemos escuchado un millón de veces. Ello provoca que todo quede en un terreno intermedio y acolchado en el que los más pequeños, principales destinatarios del filme, pasen un rato agradable con el recurrente repertorio de efectos digitales y el registro de muecas protagonizadas por un desatado Carrey.

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