LIDERAZGO DEMOCRISTIANO ALEMÁN

Cuatro hombres luchan por la corona de la CDU

Ha empezado la batalla por la sucesión de Annegret Kramp-Karrenbauer al frente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y de Angela Merkel como canciller. Los cuatro pretendientes han perfilado dos tendencias: ruptura total o transición, pero ninguna mujer como protagonista y con el coronavirus como un factor incalculable.

El próximo 25 de abril se decidirá el futuro de la CDU, primera fuerza política en Alemania desde hace quince años y líder de la derecha democrática. A principios de febrero la presidenta de partido Annegret Kramp-Karrenbauer, apodada AKK, anunció que dejaría su cargo en junio entre otras razones porque la separación de su cargo del de la canciller no había funcionado.

La crisis política e institucional de Turingia y la reciente debacle electoral de la CDU en Hamburgo han acelerado esta dinámica. En ella Angela Merkel ya no interviene desde la primera línea, centrándose en las labores de jefa de Gobierno, mientras que a su leal correligionaria AKK no le queda otra que preparar el congreso extraordinario.

La convención debe sacar a la CDU de la crisis que, según algunos analistas, podría ser la peor desde el escándalo de financiación ilegal que hace dos décadas acabó con la era de Helmut Kohl e inició la época de Merkel.

Aunque no se sabe quién ganará la pugna por la presidencia y la candidatura a canciller, sí está claro que tras veinte años con mujeres de protagonistas la política de la CDU volverá a ser cosa de hombres. Hay tanta testosterona que en una viñeta se ha recomendado a AKK que en vez de una habitual sala de congreso alquile una de boxeo con un cuadrilátero en el medio.

El primero en presentarse para el combate ha sido Norbert Röttgen, de 54 años. Con su candidatura ha roto la idea de una solución consensuada con la que sus otros tres rivales podrían haber evitado una votación reñida. «Es por el futuro y por la idea demócrata cristiana del futuro de nuestro país» argumentó su decisión.

El diputado preside la comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag. En 2012 se convirtió en el primer y único ministro que Merkel echó de su gabinete cuando perdió las elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia siendo candidato a ministro presidente.

Mucho más radical ha entrado al ring su contrincante Friedrich Merz, de 64 años, otro de los políticos varones que no pudieron con Merkel. El miércoles, este exbanquero de inversión de BlackRock se puso los guantes de boxeo en la Turingia profunda, donde su partido causó una grave crisis política e institucional cuando a principio de mes votó con la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) y el minúsculo Partido Liberaldemócrata (FDP) al candidato de este último a ministro presidente sin tener un pacto de gobierno ni ministros acordados. «Apolda es Alemania –dijo Merz sobre la ciudad en la que se hallaba– no es Berlín-Kreuzberg, está en el centro de Alemania».

Con su ataque verbal al barrio berlinés –sinónimo de la multiculturalidad y de todo lo que conlleva–, subrayaba su objetivo de reconquistar aquel electorado derechista que la CDU ha perdido en beneficio de la AfD. Sus correligionarios le obsequiaron con fuertes aplausos. Por supuesto, Merz no olvidó distanciarse de la competencia ultra –de índole fascista en Turingia, por cierto–, y de pedir solidaridad con las diez víctimas mortales de la reciente masacre racista de Hanau.

Sin embargo, su retórica sorprende por un radicalismo semántico que en muy pocas ocasiones se ha escuchado en la CDU de Merkel. «La entrada en escena aumenta la imponente impresión de que Merz es un hombre del ayer, si no del antes de ayer», comentó el “Redaktionsnetzwerk Deutschland”, un grupo de investigación de tres medios alemanes.

En su contra Merz tiene a Armin Laschet, de 59 años. Desde 2017 es ministro presidente del estado federal más poblado de Alemania, Renania del Norte Westfalia, donde dirige un bipartito con el FDP. «Yo quiero que la CDU siga siendo un partido popular del centro», dijo el político, uno de los cinco vicepresidentes de la CDU y que encarna la transición post-Merkel.

A su lado tiene a Jens Spahn, de 39 años, ministro de Sanidad en el gabinete de Merkel. Spahn no compite ya por la presidencia. Ahora forma con Laschet un equipo al que Merz ha declinado unirse porque él va «a por la victoria no por un lugar» entre los tres primeros. El jueves el comité regional de la CDU dio el visto bueno al dúo Laschet-Spahn con el 93% de los votos. Este resultado significa un revés para Merz y Röttgen ya que pertenecen a la misma estructura.

Mientras Laschet ya cuenta con la adhesión de los comités de Baja-Sajonia y Schleswig-Holstein, Merz tendrá que buscarse apoyos en el este alemán. Poco le servirá su supuesta popularidad entre las bases, a la que aluden frecuentemente los diarios “Welt” y “Bild” de la editorial conservadora Springer, porque nada más conocerse la retirada de AKK rechazó consultar a los militantes. Solo así podría haber desbancado al aparato que no controla como Laschet porque ha estado fuera de las estructuras del partido desde hace más de 15 años.

Tampoco Merz quiso integrarse en el gabinete de su rival Merkel. Quizás otro error, porque una regla informal de la política alemana dice que el candidato a canciller debe tener experiencia en la Ejecutiva o ser ministro presidente o bien ministro federal. Merz no tiene ni una cosa ni la otra.

En su favor podría jugar el incalculable factor que juega la emergente epidemia del coronavirus en Alemania. Laschet cuenta con uno de los focos principales en su land, teniendo todo un municipio bajo observación, mientras que su socio Spahn ha de lidiar contra la enfermedad desde el Gobierno sin saber si va a acertar o fallar.

A ello se añade la creciente violencia neonazi y racista, normalizada por la AfD, que afecta a la CDU expuesta el riesgo de que le crezcan dos polos opuestos en su seno.