En el país de las maravillas y las basuras

En su debut en el formato largo, Mounia Akl se descubre como una cineasta dotada de un exquisito sentido de la sensibilidad. En su personal acercamiento al Líbano, compone un crisol de emociones y reflexiones en torno al deterioro del planeta y lo hace a partir de la quimérica odisea que comparte una familia que, tras escapar de Beirut, se ha asentado en un territorio utópico que quiere ser ajeno a la polución y los males que asolan a su país. No obstante, su ideario ecológico y vital se verá alterado por la expansión de un vertedero.
Con un reparto liderado por la también cineasta y actriz Nadine Labaki, Yumna Marwan, Saleh Bakri y Nadia Chancel, entre otros, “Costa Brava, Líbano” adquiere la dimensión de una denuncia de la política medioambiental institucionalizada que es tratada de manera caprichosa por las autoridades y en beneficio de los grandes emporios.
Akl recrea mediante hermosas tomas un Líbano que nos ofrece su versión más afable y colorida. El tono empleado es acorde a las intenciones que maneja la directora y que transitan por las sendas menos combativas del cine de denuncia.
El exceso de buenas intenciones lastra un metraje en el que todo resulta demasiado bello como para ser real.
La cruzada emprendida por la familia Badri contra los males del capitalismo salvaje cae aquí, sin embargo, en un peligroso territorio de sonrisas y abrazos que sellan la unidad de una familia atrincherada en su idealizada casa de campo.
En su conjunto, la película parece una especie de vía de escape en clave fantástica a través de la cual el clan protagonista busca, en un país fracturado, un medio para unirlo mediante la compasión y la verdad. La historia transita por senderos del realismo mágico y, al mismo tiempo, ejerce labores de fábula al adentrarse en los paisajes deteriorados de la corrupción y las contradicciones sociales.

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