Lo que pierde Mongolia con la conexión global

La divulgadora Byambasuren Davaa es la cineasta de Mongolia que mejor ha mostrado al mundo el modo de vida nómada de las estepas. Su cuarto largometraje “Queso de cabra y té con sal” (2020) implica un cambio de visión con respecto a lo que está ocurriendo en tan extenso territorio virgen y casi despoblado, que ha pasado a ser el objetivo de las grandes compañías mineras extranjeras, las cuales se benefician de sus materias primas por explotar y de la mano de obra barata local, provocando el desplazamiento migratorio hacia Alemania, con la connivencia de unas autoridades políticas corruptas. De ahí que la mirada de Davaa sea otra, e invite a una reflexión y a una llamada de urgencia sobre lo que pierde su país de origen con la globalización.
Los rebaños de cabras y demás animales de las tribus nómadas siguen estando ahí, pero como en un western clásico la ganadería se enfrenta a la invasión minera del territorio. Las propias costumbres de las familias esteparias se ven alteradas, y en las yurtas hay ya teléfonos móviles con conexión a Internet. La madre ordeña y elabora quesos según la tradición, pero el padre trabaja de mecánico de coches y el hijo quiere presentarse a un concurso televisiso de talentos con sus canciones. Son ventanas que se abren al exterior, pero el padre asume su responsabilidad cuando es elegido por la asamblea nómada como representante para defender sus derechos frente a las excavaciones en busca de vetas de oro.
Ha de convencer a su pueblo de que no malvendan sus tierras a cambio de unas indemnizaciones miserables, empujado por el sentimiento de que su tierra se está desangrando y ya no sirven ni los viejos rituales chamánicos bajo el árbol sagrado.

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