Contra las distopías de diseño presentadas en avalancha concertada con fines desmoralizadores, enfrentemos una revisión acelerada pero contundente de las ucronías reunidas en las que nos sumergen de manera recurrente. Casi nada de lo que nos cuentan de la historia reciente, media o antigua está basado en la reconstrucción fehaciente de lo que realmente sucedió, con lo que, perdonen la grosería, se trata de cambiar la supuesta verdad histórica por un relato acoplado a los intereses económicos de cada secta que lo narra o lo embadurna de harinas contaminadas y contaminantes.

Si lo que nos ofrecen como información está preñada de inverosímiles giros del guion de lo que ha sido la noción general, la proliferación de series televisivas en aluvión ha propiciado que los supuestos documentales tengan una carga ficcional que excede las normas más generosas. Nada de lo que ha sucedido en los últimos cuarenta años de nuestra vida se cuenta con un mínimo de rigor. Hay una amnesia voluntaria que se convierte en un cambio de los ejes de los sucesos y de unas interpretaciones que no soportan una pasada ligera por una hemeroteca o un archivo audiovisual neutro.

Quizás vivamos en una pura ucronía multilateral. Lo de las leyes del gobierno de coalición es una confrontación de dramaturgias del error elevadas a categoría de sainete político con fines autodestructivos. Escuchar a Borja Mari interpretando las declaraciones de bajo rango racional de su jefe es un ejercicio que supera hasta a toda la farfolla desmembrada de una lideresa madrileña en horas bajas.