EDITORIALA

Una responsabilidad ineludible en Osakidetza

El informe sobre la actividad del Ararteko de 2022 señala que el año pasado las quejas por el funcionamiento de Osakidetza aumentaron un 220%, y alcanzaron el 12% del total. Un incremento espectacular que, sin embargo, no refleja en toda su amplitud la preocupación existente. Los problemas del sistema de salud se han convertido en un tema recurrente en las conversaciones cotidianas. Además, las dimisiones, ceses, movilizaciones del personal sanitario y ciudadanas en defensa de una sanidad pública son otros síntomas de la precariedad de Osakidetza.

A pesar de la evidencia, el Gobierno presidido por Iñigo Urkullu ha armado un discurso para limitar su responsabilidad en los problemas del servicio público de salud. La primera premisa es señalar los imponderables para culpar a la pandemia de la covid de las actuales deficiencias: «Nadie estaba preparado para este reto», dijo el lehendakari en una entrevista en enero. El segundo paso es mostrar el compromiso del Ejecutivo poniendo de relieve que el actual presupuesto de salud es «el más alto de la historia», en palabras de Urkullu. Y como tercer momento, se vuelven a resaltar las contingencias que escapan a cualquier control: el problema de Osakidetza es «la falta de médicos, como en el resto del mundo», han repetido sus responsables en el Parlamento. Un discurso que esconde que la paralización de la OPE de Osakidetza fue anterior a la pandemia; que oculta las dimisiones de altos cargos previas a la covid; que omite que el diablo está en los detalles que disimula la cifra de gasto global; y que el déficit suele ser el resultado de la falta de atención y, sobre todo, de previsión.

Cuando una organización es robusta, las contingencias pueden provocar situaciones extremas en las que afloran deficiencias; pero una vez superada la emergencia suelen recuperar rápidamente el ritmo. Sin embargo, cuando una organización es débil, cualquier eventualidad exige un esfuerzo titánico que suele mostrar todas sus debilidades, de las que, además, no se suele recuperar. Y esta es, por desgracia, la realidad de Osakidetza, debilitada por la pobre gestión del PNV; una responsabilidad que no puede eludir.