Maite UBIRIA BEAUMONT
ZIBURU

Búsqueda por mar y aire de los dos arrantzales desaparecidos en Ziburu

El operativo de rescate de los dos tripulantes del pesquero “Cycno” que, procedente de Arcachon, naufragó en la noche del jueves al viernes cerca del dique de Zokoa, en Ziburu, se interrumpió a primera hora de la tarde de ayer transcurridas más de doce horas de búsqueda por mar y aire de los dos arrantzales de 30 y 58 años de edad. El patrón del barco fue hospitalizado con hipotermia.

Poco antes de girar para dirigirse a puerto, el “Cycno”, se estrelló cerca del dique de Zokoa.
Poco antes de girar para dirigirse a puerto, el “Cycno”, se estrelló cerca del dique de Zokoa. (Guillaume FAUVEAU)

«Vengan de Arcachon o de Ziburu, hoy lamentamos un terrible accidente y solo nos queda mostrar toda nuestra solidaridad a las familias y a las gentes de la mar», expresaba junto a la pequeña playa de Zokoa el alcalde de Ziburu, Eneko Aldana-Douat.

No muy lejos, el capellán y exarrantzale Mikel Epalza, a quien se recurre para bautizar los barcos, respaldaba con su presencia a los representantes de la cofradía local, que también se personaron antes de que clareara el día, nada más saber que, sobre las dos de la mañana, un pequero no había podido llegar a la vendeja en el puerto de Ziburu-Donibane Lohizune al estrellarse a la altura del dique de Zokoa, sobre el que las olas seguían haciendo valer ayer todo su poderío.

Conforme transcurrían las horas se desvanecía en la bruma la esperanza de rescatar con vida a los dos marineros, de 30 y 58 años, de origen senegalés, pero conocedores como su patrón, de 37, que pudo salvar a duras penas la vida, de esa zona de faena. El armador confirmaba que, en busca de aguas más calmas el pesquero buscaba refugio al acercarse el invierno en la costa labortana.

Una empresa familiar y un barco que toma el relevo a otro más viejo, y se pierde. Pero el siniestro tuvo otros daños más remarcables. Dejó a su patrón en el hospital y a dos arrantzales perdidos, pese a una intensa búsqueda en la que no se escatimaron medios, según defendía el comandante Philippe Lagrabe ante los periodistas.

La Prefectura del Departamento de Pirineos Atlánticos había dado cuenta para entonces de que en las labores trabajaban 24 bomberos, una lanzadera del servicio marítimo y dos helicópteros. Desde el aire las idas y venidas de esos aparatos solo cesaban llegado el momento de repostar y, en lo que afecta a la barcaza de salvamento, uno de sus miembros corrió grave riesgo cuando trató de salvar a uno de los marineros, que «pudo cogerse de un cabo, pero finalmente cayó», explicitaba un testigo, con cierto sigilo, a este diario.

En ese esfuerzo extremo ahondaba el mando del dispositivo de rescate al destacar que se estaban empleando incluso drones para tratar de ganar la batalla al tiempo, particularmente adverso por las olas y la fuerte ventisca. El reloj jugaba contra todos los que miraban al mar en silencio, en busca de un signo de vida.

Ni los más avezados expertos en salvamento se aventuraban a explicar qué hizo que el barco se estrellara, y ni siquiera a la vista de los restos de maderas y boyas en los acantilados, llegaron a confirmar su origen. Como el propio Epalza, que ha ayudado a poner por escrito un siglo de vida de los arrantzales de Lapurdi, todos pedían respeto. Habrá que esperar a la investigación que la Fiscalía de Baiona ha encomendado a la Gendarmería Marítima.

LAB trasladaba su apoyo a familias y compañeros, para recordar la dureza del oficio y «la presión que soportan» los pescadores «en esta época y por las cuotas». Largas jornadas, faenas nocturnas y con mala mar. Esas serían algunas de las causas de la siniestralidad en el sector, según LAB.