Ainara LERTXUNDI
ZARAUTZ
Entrevue
Gorka Landaburu
Periodista y víctima de un atentado de ETA

«Lo único que puedo pedir es que no repitamos lo que ha vivido este país»

Una carta-bomba remitida por ETA le estalló en las manos a Gorka Landaburu el 15 de mayo de 2001. Pasados 23 años, en el marco de Artefaktua, el periodista reflexiona para este medio sobre aquello y los cambios producidos en Euskal Herria en la última década, en una larguísima secuencia que le lleva hasta la Guerra del 36. La entrevista íntegra está en NAIZ.

(Gotzon ARANBURU | FOKU)
¿Cómo recuerda el atentado? ¿Podría revivirlo para quienes no lo conozcan? Ha pasado casi un cuarto de siglo ya...

El recuerdo que tengo es que abrí el sobre saliendo de la ducha y sentí un gran fogonazo. Mi primera reacción fue pensar «me han pillado».

El explosivo contenía 150 gramos de dinamita. El dolor no me vino enseguida. Tenía las manos destrozadas, me quedé ciego del ojo izquierdo, heridas por todo el rostro. Me salvó el sillón del despacho y el hecho de que la onda expansiva se fuera hacia la ventana. Yo me enteré más tarde cuando me lo contaron. El shock fue tan tremendo que en el momento no sentí dolor.

Es un recuerdo desagradable, pero estaba vivo. «Han intentado matarme, sabía que estaba en las listas, por eso en 1999 me pusieron escolta, pero estoy vivo, he tenido suerte al fin y al cabo», pensé en el hospital. La pregunta siempre es: ¿por qué a mí? ¿A dónde hemos llegado para intentar asesinar a un periodista que simplemente hace su trabajo? A ETA no le gustaban los periodistas. Anteriormente había atentando contra un amigo mío, José Luis López de Lacalle, quien 15 días antes del atentado en su contra, en este mismo pueblo [Zarautz], nos dijo a mi hermano Ander, también periodista y con escolta, y a mí: «Andaos con cuidado que vienen a por nosotros». Eso se me quedó grabado.

Las heridas físicas son evidentes; en lo psicológico, ¿cómo se supera esa situación?

Es una gran pregunta. Conozco a muchas víctimas de un lado y de otro que han necesitado ayuda psicológica. No es cuestión de sacar pecho, pero yo no he ido nunca a un psicólogo. Será por el carácter que tengo. En vez de hundirme psicológicamente, el atentado reafirmó muchas cosas en mí. Reafirmó que había que seguir peleando, que había que conseguir la paz fuera como fuera. Eso les dije a todos los dirigentes políticos que vinieron a verme al hospital, muchos para hacerse la foto. A todos les dije lo mismo: «Esto no puede seguir así, hay que hacer algo, tenemos que parar esto».

¿Cómo fue el paso de llevar dos escoltas a la vida normal?

No lo normalizas, pero vas viviendo con ello. El día en que ETA anunció el famoso comunicado del 20 de octubre de 2011, volviendo de Pamplona le dije a mi escolta: «Esto ya se ha acabado». Estaba convencido. Mi escolta dijo: «Ya veremos». Llegué a casa y vino mi hija corriendo diciendo «bukatu da, bukatu da». Empezamos a llorar los dos. Fue una gran noticia.

He tenido grandes amigos que han sido asesinados, desde Jauregi a Múgica, López de Lacalle; a Mikel Zabalza lo conocí personalmente. He tenido familiares que han pagado el impuesto revolucionario, tengo un familiar que estuvo en la cárcel por ETA-pm durante nueve años. Sé lo que es la tortura. He conocido a gente que ha pasado por la tortura.

Quiero insistir en ello para que no se desvirtúe, sobre todo por parte de ETA, pero también ha habido muchas violencias intolerables que nos han conducido hasta donde hemos llegado. Ahora vamos a intentar reconstruir todo esto.

Usted era y es analista político. ¿Ve las cosas diferentes tras aquello?

En 2001 me di cuenta de que la pérdida de 80.000 votos marcaba un punto de inflexión en ETA. El discurso de Anoeta de Arnaldo Otegi [en 2004] también me abrió un poco los ojos porque dije «aquí el trasatlántico empieza a moverse un poco en el puerto». Nunca he aceptado la frase de Otegi de «hemos cambiado de estrategia». ¿Qué quería decir, que la estrategia anterior era buena? No era buena. Vi que había una intención de la izquierda abertzale y de sus dirigentes de cambiar de rumbo.

Hubo un comunicado de ETA que pasó desapercibido completamente en el cual renunciaba al cobro del impuesto revolucionario. Eso es muy importante. Eso iba en la vía que creíamos algunos que se iba desmantelando la cosa. Renunciar al impuesto revolucionario era renunciar al dinero, y sin dinero no funciona ninguna organización. Ahí se me encendió la bombilla. Vinieron Aiete, el comunicado, la entrega de armas...

¿Haber sido víctima de ETA condiciona su visión de otras violencias producidas en el mismo marco?

Siempre lo he tenido muy claro, lo he condenado y he hecho portadas en “Cambio 16” denunciando la tortura. En 1989 titulamos una portada con «En España se tortura». Cuando dirigí la revista “Aldaketa 16” en euskara también condenamos la tortura. Lo hice públicamente, a veces con problemas en tertulias en Madrid que decían que eso no era posible. Yo insistía en que había habido torturas inadmisibles. El tema Arregi lo denunciamos. En ese terreno, pocas lecciones. Fuimos de los primeros en condenar el GAL. En “Cambio 16” hicimos también un gran reportaje sobre los grupos de pseudo extrema derecha: Triple A, BVE. Es evidente que la mayor parte de nuestras condenas y críticas eran contra ETA, está claro quién era quien más asesinaba. Con el tema de Mikel Zabalza, entrevisté a su novia.

Ha habido varias condenas por aquel atentado, de 23 años de cárcel. ¿Las consideró justas y adecuadas? ¿Y los cumplimientos de prisión posteriores, los ha seguido?

No voy a decir si la sentencia era justa o no. Ojalá salgan cuanto antes, pero siempre y cuando hagan una mínima autocrítica de por qué lo hicieron. A todos los que han atentado contra mí yo les deseo lo mejor, que algún día se puedan reinsertar -yo sí creo que hay que dar una segunda oportunidad a la gente-, pero lo que critico al mundo de los presos de ETA, que han sido manipulados y controlados, es que tengan la mínima valentía para hacer una autocrítica. No para autoflagelarse, pero que hagan por ejemplo lo que hicieron en la «vía Nanclares». Siempre he defendido que sean acercados a cárceles vascas. Ahora se pide que vuelvan a casa; vendrán cuando cumplan lo que tengan que cumplir, si se amoldan y si tienen grado suficiente para poder salir. Y si hacen una autocrítica. Ese es el objetivo. Ya soy mayor y paso de muchas cosas. Ni pido perdón, ni tengo rencor, ni tengo odio contra ellos. Que se solucione el tema cuanto antes, pero hay que descargar mochilas. Y algunos tienen mochilas muy pesadas.

Otegi y Rodríguez trasladaron en Aiete su pesar a las víctimas. Algunas de las de ETA se declararon reconfortadas (Rosa Lluch), otras lo tildaron de trampa. ¿Qué sintió usted?

Dije que era positivo pero insuficiente. Transmitir el pesar es lo menos que se puede hacer. Vuelvo a repetir y se lo digo a Arkaitz, a Arnaldo y a los que están ahora: hay que hacer más. Hay que hacer autocrítica. Sé que es muy complicado en ese mundo. Llegará el momento, es cuestión de digestión política. Es complicado hacer eso mientras todavía haya presos, quedan 140, van a ir saliendo inevitablemente. Este país es muy complicado. Aún no hemos resuelto temas de la Guerra Civil. Es inadmisible que todavía haya 100.000 personas en cunetas. No se han resuelto muchos asesinatos de ETA, no se ha resuelto el GAL ni los grupos de extrema derecha de los años 80. La verdad es importante, el relato es importante. No es cuestión de venganza, de odio, que se vaya a la cárcel por castigar. No, es cuestión de historia.

El deshielo entre víctimas de uno y otro lado es patente, ¿pero ve posible que algún día se llegue a entender y valorar por igual, por encima de bandos?

No caigo en la trampa de comparaciones, son odiosas. No se tenían que haber utilizado las armas. Claro que hay que denunciar el GAL, hubo 27 muertos. Eso es inadmisible, y mucho más cuando un gobierno utiliza los mismos métodos. Ese juego es peligroso: ¿cuántos tú, cuántos yo? Intento ser honesto: ETA ha hecho mucho más daño que el que han podido hacer el GAL, grupos de extrema derecha... No es cuestión de comparar 800 muertos con 27. Todos, aunque fuera uno, son condenables y hay que esclarecer lo que ha pasado por el bien de las víctimas, a las que hay que respetar, a todas las víctimas. Muy pocos hemos hecho esa labor, condenar las dos cosas.

¿Qué extrae a nivel personal de todos los encuentros privados y públicos que ha mantenido con diferentes víctimas?

Mucha satisfacción. Cuando hablan dos personas normal, sin micrófonos y sin nada, se abre y se descarga la mochila de otra manera. Hablando y dialogando se destapan todas las vergüenzas y todo lo que uno públicamente no puede decir. Vamos avanzando a pesar de todo. Me alegro de los cambios que hay dentro de EH Bildu. Se están dedicando por fin a la política, a lo que preocupa a la gente: la vivienda, la salud, la educación, el trabajo... Me alegro de que esté en el Congreso, de que aporte su granito de arena a solucionar los problemas. Por Euskadi se trabaja primero con la paz, segundo con el respeto, tercero ocupándonos de los problemas de la gente.

Tras esta reflexión, lo único que puedo pedir es que nunca volvamos a repetir, a vivir lo que se ha vivido en este país, primero con la Guerra Civil y después con ETA.