Raimundo FITERO
DE REOJO

Las liturgias del poder

Podríamos asegurar sin ponernos rimbombantes que la liturgia deportiva es eterna, infinita, abrazadora y abrasadora, pensada desde las altas instancias de la mercantilización del esfuerzo, de la alineación a partir de la identificación con la bandera del atleta que acaba de ganar o de perder. Lo cierto es que estamos atrapados en un laberinto formado por diversas liturgias que todas acaban representando al poder en fondo y forma y que acaban, al parecer irremediablemente, en el sofá del psicólogo de manera individual o colectiva.

Por si acaso no se habían enterado, empiezan los Juegos Olímpicos que se van a celebrar en París y el Sena se va a convertir en el eje, el centro del deseo, de la multiplicación de las baguetes y las medallas mientras Macron frena la posible investidura de una primera ministra propuesta por la izquierda ganadora para que no le reste nadie protagonismo en estos actos que se acostumbran a ver en todo el universo digitalizado.

No se puede atender a las cifras, ni a las letras, ni a las poéticas, lo único posible es sobrevivir, compaginar el baño, el vermú, la paella, el marmitako y la siesta gótica con alguna retransmisión televisiva que despierte nuestra añoranza por las meriendas desglosadas. Las liturgias parlamentarias, partidistas, judiciales y políticas están en reciclaje, con la excepción de Kamala y su energía. Parece que ha dado la vuelta a los resultados de las encuestas, ha provocado un gasto extra de tinte en Trump y sus asesores. Hablan del enfrentamiento electoral entre una fiscal general y un delincuente.