Raimundo FITERO
DE REOJO

Al calor de los golpes

Un estudio refrendado con avales de una revista científica asegura que, en el año de dos mil veintitrés, murieron en Europa cuarenta y siete mil personas debido a los golpes de calor. Ese año fue, en términos de comparativa universal, el año más caluroso desde que se tienen registros. Y alguien pregunta ingenuamente, ¿desde cuándo se tienen registros? Y se le responde que depende, porque hay lugares que tienen observatorios desde mediados del siglo diecinueve y en otros se han implementado los mecanismos para las mediciones en las últimas décadas.

En estos últimos días, con estas temperaturas tan extremas, se tienen noticias algo confusas, porque al parecer no existe un protocolo único sin rendijas para la interpretación, para determinar si una muerte es consecuencia de la exposición a esas temperaturas, esos famosos golpes de calor, y pareciera que empieza a extenderse una suerte de telón de la vergüenza, y no se aclara las causas de ciertos fallecimientos para no despertar sospechas sobre negligencias o abusos laborales.

La cifra europea es bastante espectacular, pero ese informe asegura que fueron ocho mil trescientos en el Estado español, más de dos personas por día, algo que debería entenderse como alarmante, porque ahora es cuando más se publicita la bondad de caminatas, deportes al aire libre, ocupaciones de riberas de ríos y mares, lo que puede propiciar estas situaciones tan duras, que se amplía con la imposibilidad urbana de protegerse del sol al faltar cada vez más zonas umbrías. Se necesitan más y mejores campañas protectoras.