Nerea GOTI
Periodista
2020

Moria, crónica de una tragedia previsible ante los ojos de la UE

Imagen de archivo del 9 de setiembre de 2020 del campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, tras ser arrasado por las llamas.
Imagen de archivo del 9 de setiembre de 2020 del campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, tras ser arrasado por las llamas. (Arne BUTTNER | EUROPA PRESS)

Ocurrió un 9 de septiembre, en el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos. Con las primeras horas del día varios incendios destruyeron la práctica totalidad del recinto que debía dar cobijo a miles de personas llegadas a las costas europeas huyendo de la guerra. El campo, diseñado para unas 2.500 personas, acogía en aquellas fechas a cerca de 13.000, la mayoría de ellas instaladas en tiendas de campaña, expuestas a las inclemencias de la meteorología, fuera invierno o verano.

Antes de que las llamas arrasaran humildes hogares improvisados, los refugiados en Moria llevaban más de seis meses en cuarentena. El fuego prendió esa noche, aunque no sorprendió que Moria estallase. Organismos no gubernametnales y de la ONU, como Unicef y ACNUR, llevaban tiempo alertando de que la situación era insostenible en el que se había convertido en el mayor campo de refugiados de Europa.

NAIZ y GARA se hicieron eco de multitud de testimonios de cooperantes vascos desplazados a Lesbos para prestar ayuda a las personas refugiadas. Voces de colectivos como Zaporeak o Médicos del Mundo narraban en estas páginas una situación extrema.

En la información destacada publicada al día siguiente como Eguneko Gaia, sección dedicada a los temas más importantes de la jornada, se recordaba precisamente que hacía tiempo que el campo de Moria era «una bomba de relojería no atendida», algo que había sido sobradamente denunciado y era conocido, un polvorín del que se había alertado en numerosas ocasiones a las autoridades europeas. Se dejó estar, hasta que el fuego acabó con lo poco que conservaban miles de personas, muchas de ellos menores.

En declaraciones a GARA, explicó el «terror» y la «desesperación» vivida en esos primeros momentos Malen Garmendia, coordinadora del proyecto Zaporeak en Lesbos. En una entrevista por teléfono con la periodista Ainara Lertxundi, contó que miles de personas tuvieron que huir «con lo puesto». Primero fue huir del fuego, y luego de lo que se encontraron en la huida. Intentaron llegar al pueblo, pero se encontraron con la Policía bloqueando el paso. Efectivos desplegados en el lugar llegaron a cargar contra quienes se encontraban en la carretera, donde había unas 2.500 personas.

La ONG vasca repartió alimentos aquella jornada, en la que tuvo que trabajar a contrarreloj para facilitar comida al mayor número de personas posible. El testimonio ofrecía otro dato que ilustraba la medida de la tragedia en Moria, la gente pedía sobre todo agua, algo de lo que no disponían los almacenes de Zaporeak.

«DONDE SE VULNERAN TODOS LOS DERECHOS»

La cooperante no pasó por alto la responsabilidad de la Unión Europea (UE), recordando que organismos de la ONU venían alertando desde hacía tiempo de las condiciones extremas que se vivían en el campo de Moria, empezando por la falta de higiene y el hacinamiento.

«Todos decíamos que la situación iba a explotar en cualquier momento porque el campo de Moria era un espacio de tortura, donde se vulneran todos los derechos humanos», remarcó.

La cuarentena a la que habían sido sometidos en los últimos seis meses y la aparición de los primeros casos de covid-19 fueron uno de los factores determinantes que contribuyeron a aumentar la presión sobre un colectivo que vivía hacinado, sin oportunidades ni expectativas.

Y tras perderlo todo, el miedo, la incertidumbre... «No saben qué va a ser de ellos, si van a ser asistidos o no, si los van a trasladar... Están desorientados», explicaba Garmendia. Desde su experiencia en la atención a las personas refugiadas, la cooperante de Zaporeak lamentaba que, una vez más, una catástrofe humanitaria tuviera que terciar para que Europa situase sus ojos en Moria. La cooperante habló con GARA tras el incendio, pero solo unas semanas antes del suceso, Garmendia había relatado en estas páginas que «con la excusa del coronavirus», Moria se había convertido en un campo de detención.

En aquella entrevista reflexionaba la cooperante vasca sobre la oportunidad de Europa de ser un sitio diferente, un espacio de humanidad mirando a las personas refugiadas como lo que son, «personas como nosotros, buscando una vida mejor».

En una pieza más extensa, pegada a las informaciones que iban llegando desde el lugar, NAIZ detalló que los incendios comenzaron de forma simultánea y «no accidental», citando fuentes del Gobierno griego. Esas primeras informaciones señalaban que mientras algunos medios del lugar atribuían la autoría de los incendios a habitantes de Lesbos, la agencia de noticias alemana DPA situaba el origen del fuego en los enfrentamientos entre los propios refugiados, una versión que secundaba la agencia griega ANA-MPA. Estas fuentes situaban el detonante de lo sucedido en el anuncio de 35 positivos por covid-19, que debían aislarse junto a sus familias y contactos estrechos a las afueras del campo.

Según los mismos informantes, algunas personas se habían negado al aislamiento, mientras otros habrían intentado abandonar el campo de madrugada huyendo del peligro de contagio por su proximidad a positivos en condiciones de hacinamiento como las que se vivían en Moria.

No era esta la primera ocasión en la que la situación del campo de refugiados de Moria saltaba no solo a las páginas de GARA, sino también abordado en profundidad en reportajes y entrevistas en ZAZPIKA y GAUR8. Un 9 de setiembre se desató el fuego, pero antes las olas de frío se habían cobrado vidas en Moria pese a los llamamientos a las autoridades a disponer de más infraestructuras de acogida que nunca llegaron.



[2020] Lesbosko «infernuaren» kontakizuna GAUR8-tik iritsi zitzaigun, Idoia Moreno erizainaren eskutik

Azken urteetan zabal jorratu da GARAren orrialdeetan pertsona errefuxiatuek giza eskubideen Europan bizi duten trataera eta, zehazki, eman beharreko harreraren ordez Lesbosen aurkitutako «infernuaren» inguruko kontakizun ugari jaso dira bere orrialdeetan.

Pablo Ruiz de Aretxabaleta kazetariari emandako elkarrizketa zabal batean, Idoia Moreno MSFko erizainak deskribatu zuen GAUR8n «infernua» zer den, eguneroko hamaika egoera gordin azaleratu zituen, istorio eta une zehatzak kontatuz.

Moria infernu gisa marraztea egoeraren deskribapen orokor bat zen, baina errealitateak askoz aurpegi latzago bat erakusten zuen, eta egunerokoaren datuak plazaratu zituen: komun bakarra 35 lagunentzat; dutxa bakarra ehunentzat, milaka lagun medikurik gabe, janaria eskuratzeak suposatzen zuen arriskua, liskarrak, asilo eskubidearen inguruko ziurgabetasuna, euren herrialdeetara itzuliak izateko aukera...

«Moria ez da errefuxiatu esparru bat, kontzentrazio esparrua baizik. Europako migrazio politika kontzentrazio esparru bat irekitzen ari da, literalki. Ezin diegu ezta 'errefuxiatu' deitu ere. Errefuxiatuek badituzte nolabaiteko eskubide berezi batzuk, biktimak direlako; Lesbosen, ordea, ez dute inolako eskubiderik. Guztiz ezeztatuta daude, giza duintasunaren falta erabatekoa da, infernua da. Gizagabetasuna nagusi da. Europan baditugu animaliak garajeetan, Lesbosen ditugun milaka pertsona horiek baino hobeto», kontatu zuen.

Bizi baldintzak

Haur txikiek zein adinekoek bizi zituzten baldintzak zehaztu zituen: «Kanpin dendak ez dira iragazgaitzak ere. Zero graduko tenperaturan daude, elurpean, elurretan egunero, eta ez dute inolako dirurik arropa erosteko. Beraz, negu honetan umeak hilko dira hotzagatik edo gaixotasunengatik».

Kontakizun beldurgarri horretan, janaria bera arazo handi bat zen, eta ez soilik horren eskasia edo kalitate txarragatik, baizik eta janariaren banaketa unerik arriskutsuena bilakatu zelako.

Adibide zehatzetara joanez, aipatu zuen Gobernu greziarrak mediku bakarra zeukala esparru osorako, eta beste bi mediku boluntario zeudela «parazetamol pixkatxo bat emateko». Gaueko 22.00etatik 8.00 arte medikurik ez zegoen bertan, hizkuntza ezberdinak egonik komunikatzeko arazoak zeuden... Sei urteko ume epileptikoaren kasua ere gogoratu zuen, burezur haustura zuen bi urteko haur siriarrarena.... Morenok «ez du inoiz ikusi Lesboseko bizi baldintza latzetan dagoen itxaropen faltarik, infernu batetik ihes egin eta beste infernu batera iritsi direnen itxaropen falta», zioen elkarrizketaren sarrerak.

Beste mezu bat utzi zuen erizainak elkarrizketan, pertsona errefuxiatuei aurpegia jartzearen beharra aldarrikatuz, gogora ekarriz «errefuxiatuak irudikatzen ditugunean, gizonezkoak» datozkigula burura, «baina Lesbosen milaka familia» daudela.