Arturo PUENTE
Periodista
JOPUNTUA

Haga usted como Felipe

Hay cosas aterradoras de la Navidad y no me refiero a esas larguísimas comidas, ni a la obligación de atender pesados compromisos sociales, solo soportables para quienes les gustan. Una de ellas es el discurso del monarca español, evento estéticamente feo y políticamente obsceno. Felipe VI es, igual que lo fue Juan Carlos I, un jefe de Estado siempre lejano cuando no ausente, que solo aparece en Nochebuena para aleccionar a sus súbditos sobre lo que a él le viene en gana y que, como lo de la Navidad, solo interesa a sus partidarios.

Este año, como novedad, se anunció que el mensaje de Felipe VI sería «más político», en un giro estratégico que pretende hacerle más cercano a la plebe. Hay que recordar que solo hace dos meses que los reyes disfrutaron de un recibimiento en forma de lluvia de barro, cuando quisieron hacerse la foto en los municipios valencianos devastados por la dana, lo que fue exhibido por la prensa monárquica como la prueba de los males del populismo.

En su discurso televisado, Felipe VI tiró de la misma argumentación para alzarse como el garante de la «serenidad» y los «consensos». La contienda política es «legítima», dijo, como si él pudiera repartir patentes de legitimidad, pero advirtió que no debía ser «atronadora». Aleccionó a las instituciones, opinó sobre la inmigración y, en definitiva, leyó la cartilla a la política, a la expresión del malestar y a la manifestación libre de los deseos y las opiniones de la ciudadanía.

Quién nos iba a decir que el rey, en su discurso más político, se abonaría así a la antipolítica. Bien pensado, supongo que va de suyo: a nadie que ostente el poder sin refrendo democrático puede hacerle gracia que el vulgo rompa los consensos y genere antagonismos, es decir, que cuestione lo establecido. No por manida deja de ser iluminadora aquella frase atribuida a Franco que recomendaba hacer como él y no meterse en política. Ahora toca pues hacer como Felipe. Métanse en política, lancen barro y no tengan miedo en romper la serenidad y los consensos, sobre todo, si son impuestos.