Sobre los privilegios
Aceptar la desigualdad, sea por arriba o por abajo, forma parte del estado social en el que vivimos, lo que requerirá en breve un gran equipo de sicoanalistas para arreglar los desafectos, los miedos, la confusión y regurgitar la cantidad de información tóxica con la que hay que lidiar en todos los estamentos, los discurso y los credos. Se lanzan mensajes encapsulados para confundir al personal con intenciones aviesas.
La publicidad se ha convertido en un ejército de zapadores que van atrincherando los mensajes más contundentes de los grandes movimientos revisionistas, para empezar, y la desmovilización general como un objetivo secreto. Hacer un anuncio que nos diga de manera contundente y desleal que tomar AOVE (Aceite de Oliva Virgen Extra) es un privilegio, asunto que resulta bastante curioso y que, además, esta noción entre clasista y populista entiendan sus patrocinadores, creativos o espabilados de la mercadotecnia que va a servir para aumentar las ventas de alguna marca o del sector en particular, es colocarnos en un lugar inhóspito. Nos tratan como si fuéramos personal desubicado de nuestro propio concepto de las necesidades y los deseos.
Aunque probablemente casi todo lo que ahora os sorprende por ser rudimentario, analógico, disparatado o focalizado en segmentos de consumidores muy concretos. Si atendemos a los anuncios de viajes turísticos, al alquiler de apartamentos por días y otros asuntos que colonizan algunos de los deseos mayoritarios, convendremos que los privilegios son invisibles, relativos o de los mismos de siempre.

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