Todo parece cambiar. Es verdad que mutamos con las ideas, con lo que vivimos, con todas aquellas experiencias que se van inscribiendo en nuestras pieles. En estos tiempos desafortunados, de todo ahora, todo fácil, todo sin pensar, se nos cuelan demasiados gurús y gilipollas por todos los lados, sobre todo por las redes sociales, pero diría que entran hasta nuestras cocinas desde cualquier lugar y posición. Por deformación profesional y humana, mientras curioseaba entre videos de internet, un hashtag (etiqueta para facilitar búsquedas de contenido) era «viaja y ensancha el alma». El lema no estaría mal si lo que implica la idea del viaje se materializase bien lejos de la violencia que está generando (polución innecesaria, exiliados climáticos, gentrificación, etc.)... Qué decir que viajar no implica ensanchar ningún alma, obligatoriamente, díganselo a todos los que lo hacen buscando someter a los pobladores de los lugares que visitan. Bien lejos de todo este ruido, una canción conecta con no pocas «almas», esa de Extremoduro que nos dice «¡Ama, ama, ama, y ensancha el alma! Quisiera que mi voz fuera tan fuerte/ que a veces retumbaran las montañas,/ y escucharais las mentes-social-adormecidas/ las palabras de amor de mi garganta./ Abrid los brazos/ la mente y repartíos,/ que solo os enseñaron el odio y la avaricia,/ y yo quiero que todos como hermanos/ repartamos amores, lágrimas y sonrisas...».