Raimundo FITERO
DE REOJO

A mano alzada

Los congresos, comités federales o centrales de los partidos políticos se han convertido en un espectáculo audiovisual de intensidad variable. Al final se puede concluir que son actos sometidos a un férreo guion que no admiten giros fuera de la estrategia electoral y en los que se logran unanimidades búlgaras votando a mano alzada. Si en un congreso hay una candidatura única, ¿para qué se hace? Pues para establecer pautas de la campaña electoral que en ciertos sectores angustiados de la derecha ultra del PP se empeñan en asemejarse tanto a VOX, que es lógico que la masa electoral se confunda.

Porque lo que sucede en la calle Ferraz forma parte de otro simulacro político, quizás algo más poético, pero que encadena al PSOE a la figura de Pedro Sánchez, que sabe que ahora, pese a todas las circunstancias sobrevenidas y mientras no le llegue la imaginación de la UCO a él, es el valor más seguro que tiene ese partido que vuelve a estar en estado zombi y que parece que son las mujeres las que puedan dar un vuelco a su deriva actual. Otra cosa es qué va a pasar con el gobierno, con la coalición, con la mayoría de la investidura y de todo lo que se proponga a partir del día 9. Muchas dudas razonables.

Mientras se van reescribiendo los relatos aplicando dosis de amnesia, una noticia nos impele a la interpretación de las cifras según Confucio. El Partido Comunista Chino ha alcanzado los cien millones de afiliados, es decir, militantes, por lo que su comité central tendrá más miembros que todas las directivas de todos los partidos políticos ibéricos juntos. Y si votan a mano alzada, se convierte en un frondoso bosque.