Internacional

De fans y de fanáticos

El equipo del Papa Francisco es líder y el rival de la presidenta Dilma Rousseff es nuevo campeón brasileño.

Joseba VIVANCO

En el Nuevo Gasómetro, San Lorenzo de Almagro le ganó a Belgrano y es el puntero del Torneo Inicial argentino, un punto por delante del hasta ahora líder leproso Newell´s, y dos sobre Lanús y Arsenal, y todo a falta de tres jornadas para el final. Si pudiera lograr su objetivo y alzarse campeón, el club del que es socio el Papa Francisco recobraría parte de esa leyenda balompédica que un día fueron los `cuervos', llamados así precisamente por su origen sacerdotal.

Corría el año 1908 cuando uno de los pibes que jugaba a la pelota en una esquina del barrio de Almagro casi es atropellado por un tranvía. El hecho fue presenciado por el Padre Lorenzo Massa quien, a cambio de que los chicos fueran de vez en cuando a misa, decidió permitirles usar el terreno de su capilla. Hijos de inmigrantes y criollos, habían formado un equipo tan fuerte que decidieron fundar un club de fútbol.

En la asamblea fundacional se propuso el nombre de `Los Forzosos', para simbolizar su fortaleza, pero fue la segunda opción la que recibió el beneplácito de los presentes: San Lorenzo, en homenaje al Padre Massa. Si bien este primero se negó, finalmente aceptó la idea, pero en honor al santo y a la Batalla de San Lorenzo, un hito en la historia de Argentina. Así, el primero de abril de 1908, nació San Lorenzo de Almagro, el club del Sumo Pontífice Jorge Bergoglio, hincha y socio desde 2008.

Y en tanto en Argentina buscan nuevo campeón -o que Newell´s revalide el título-, en el Brasileirao lo han encontrado ya con cuatro jornadas de antelación. Los celestes de Belo Horizonte son los nuevos reyes cariocas. Ni los más fanáticos tenían fe en el Cruzeiro de la `Bestia' Julio Baptista al comienzo de la temporada, después de que vendieran a su mejor hombre y contratasen a quince jugadores nuevos y al entrenador. A la propia presidenta del Gobierno, Dilma Rousseff -hincha de su eterno rival, el Atl. Mineiro-, no le quedó otra sino felicitarles a través de su cuenta de Twitter.

Nació con los colores de la bandera italiana, fundado por la colonia transalpina en la provincia de Minas Gerais. En sus primeros años solo aceptaba integrantes de origen italiano y siguió llamándose Palestra Italia hasta que el estallido de la Segunda Guerra Mundial llevó al Gobierno brasileño a prohibir a cualquier institución privada ostentar en su nombre referencia alguna a las tres Potencias del Eje. Nacía entonces el Cruzeiro Esporte Clube. Tostao, Nelinho o el propio Ronaldo son hijos de la `Raposa' (zorro, en portugués), como familiarmente se conoce al club. Raposões Independentes del Cruzeiro es su hinchada gay, una de las pioneras hace unas décadas junto a Fla-Gay y sus otrora 40.000 `rosa-negros' seguidores del Flamengo, sin olvidar a Coligay, la torcida homosexual del Gremio de Portoalegre.

Un Brasileirao en el que otro histórico, el Corinthians, roza el descenso, algo que ya le sucedió la temporada última a un Palmeiras que acaba de certificar ahora su regreso a la élite del fútbol brasileño tras su descenso a los infiernos el año pasado.

Los héroes del fútbol

El Papa Francisco fiel seguidor de San Lorenzo, Dilma Rousseff del Mineiro... ``The Times'' llegó a calificar a Adolf Hitler como el peor hincha famoso de la historia del fútbol. El dictador nazi, cuyos bombardeos llegaron a dañar el campo de Old Trafford, era gran aficionado del Schalke 04, que dominó el campeonato alemán entre los años treinta y cuarenta. «Ganar un partido -escribió Joseph Goebbels, su maquinador ministro de propaganda- tiene más importancia para la gente que conquistar una ciudad en el Este».

Los nazis usaron al fútbol como instrumento progandístico. Quisieron organizar el fallido Mundial de 1942 y dos semanas antes de la caída de Berlín aún se jugaban partidos de Copa. Un equipo de la anexionada Austria, el Rapid de Viena, figura incluso como campeón en 1941 del balompié alemán. En cada país ocupado se organizaron torneos para brindar a la población una falsa sensación de normalidad. Eso es lo que sucedió por ejemplo en Ucrania.

En aquella Liga creada en 1942 participaron seis equipos, cuatro representaban a ejércitos del Eje, un quinto estaba formado por colaboracionistas locales, y el sexto, el Start, era una selección de Kiev formada por exjugadores del Dinamo y el Lokomotiv y convertida en símbolo de la resistencia. Arrasaron a sus rivales, negándose a realizar el saludo fascista en cada partido y sellando su trágico destino con cada goleada.

El 9 de agosto de 1942, el equipo de la Luftwaffe les exigió la revancha. Un encuentro que, a pesar del arbitraje y las amenazas, terminaba con 5-3 favorable al Start y con uno de sus jugadores driblando a medio equipo alemán y, en lugar de anotar, se giró y lanzó la pelota al público. Se le conoce como el `Partido de la Muerte', envuelto en mito y realidad, en propaganda comunista y realismo. Poco después, esos futbolistas fueron detenidos, ejecutados o enviados a campos de concentración, de donde solo cuatro sobrevivieron. En ellos se inspiró la conocida película ``Evasión o victoria''. En el estadio Zenit una placa reza: «A los jugadores que murieron con la frente en alto ante el invasor nazi». Se cuenta que quien conserve una entrada del partido más triste de la historia tienen asegurado de por vida el pase gratis para alentar al Dinamo de Kiev.

Fueron héroes como Matías Sindelar y su resistencia activa a ese mismo nazismo, negándose a jugar con la Wundertam austríaca del Reich y luego con Alemania; a su sepelio acudieron 15.000 personas y un balón lo recuerda en el cementerio vienés. O como Reinaldo, el máximo goleador de la historia del Atlético Mineiro, que festejaba sus goles puño en alto por su compromiso político, hasta que en la recepción previa al Mundial 78 de Argentina el presidente de la junta militar brasileña le advirtió cariñosamente: «Hijo, dedícate a jugar al fútbol. Solo a eso. La política nos la dejas a nosotros». Reinaldo asintió tembloroso. Contra Suecia, en Mar del Plata, marcó... y alzó el puño. No jugó ni un minuto más, ni él ni Zico, víctima de su hermano, Nando, también futbolista, que vio truncada su carrera por su activismo político.

Mundial de Argentina. Desaparecidos. El silencio del fútbol argentino. Solo se sabe de un futbolista profesional que fuera víctima de la represión militar. Su nombre, Claudio Tamburrini, portero del Almagro, de la Segunda División. Militante izquierdista declarado, fue delatado y secuestrado. «¿Así que sos arquero?», le interrogó su torturador. «Pues pará ésta», le lanzó un puñetazo al estómago. Fue uno de tantos raptados, pero en su caso,escapó de la cárcel tras 121 días de escuchar «¡Griten alto, para que les oiga Dios!». Hoy, reside en Suecia, a donde huyó. Al final, fue un privilegiado.

¿Por qué nadie en el mundo del fútbol argentino hizo nada, ni dijo nada? Como refiere Quire Peinado en su libro ``Futbolistas de izquierdas'' sobre las heroicas Madres de la Plaza de Mayo, «mientras ellas lloraban la desaparición de sus hijos en la cocina, sus maridos festejaban los goles de Argentina en el salón». Así era la radiografía del país en aquel momento. No había libertades, pero sí fútbol.

La Copa francesa de ultramar

Y fútbol del doméstico es el que regresa este fin de semana, con las Ligas en todo su apogeo, como la competida Premier League, donde destaca uno de esos derbis de ciudad que hacen removerse de su tumba al mismísimo Bill Shankly. Por mucho que el genial técnico Red sentenciara que «en Liverpool hay dos equipos: el Liverpool y los suplentes del Liverpool», lo cierto es que el Everton es miembro fundador de la Liga de fútbol inglesa y su palmarés es impresionante, pero si cruzamos Stanley Park, el terreno de dos kilómetros que separa ambos clubes, nos encontramos con Anfield. No hay diferencias políticas, religiosas o geográficas. Solo fútbol. «Esta ciudad vive, come, duerme y bebe fútbol. No hay otro lugar en el mundo que se le parezca», sentenciaba el veterano Jamie Carragher.

Pero habrá otra ciudad europea que transpirará fútbol este fin de semana. Hablamos de Dortmund, cuyo Borussia recibe a su archirrival en estos últimos años y actual líder, el Bayern de Guardiola, separados por cuatro puntos. Una victoria bávara podría ya sentenciar la Bundesliga a estas alturas.

En la Ligue 1 lo más atractivo es el Nantes-Mónaco, cuarto frente a tercero. Pero en el fútbol francés de lo que se habla esta semana es de la Copa, ese torneo en el que entran en juego los equipos de ultramar, a entre 6.000 y 18.000 kilómetros de distancia. Por ejemplo, el ASM Belfort, equipo de la Cuarta División, se desplazó en un viaje de 40 horas hasta Tahití; por lo menos se trajo la victoria.

Todo lo contrario que el histórico Paris FC, hoy en Tercera, que viajó 9.332 kilómetros hasta el Stade Nelson Mandela en el que juega el US Sainte Marenne de las Islas Reunión. Los parisinos cayeron derrotados y ahora el Sainte Marenne disputará la octava ronda de la Copa de Francia. Si consigue pasarla, se enfrentará en los 1/32 de final a un equipo de Ligue 1, que deberá hacer las maletas para nueve horas de avión. Y a partir de ahí, como dijo Roy Atkinson antes de un partido, «voy a dar un pronóstico: puede pasar cualquier cosa». Es el fútbol.