Mikel INSAUSTI DONOSTIA

Los viejos muñecos del «Futbolín» cobran vida animada

Recordando las declaraciones que Juan José Campanella hizo en Donostia, el cineasta argentino quiso dejar claro que «Metegol» no quería ser una experiencia aislada, sino un primer peldaño para el desarrollo de una ascendente industria de la animación en su país. También es, de paso, una forma de justificar la nada disimulada comercialidad del proyecto, en el que se han invertido 22 millones de dólares en régimen de coproducción.

El resultado técnico es visualmente sorprendente, apto para competir internacionalmente con las producciones de los grandes estudios de Hollywood.

La torcida nostálgica.

Se consigue lo más difícil, que es dotar de un aspecto dinámico a unas viejas figuras de futbolín, respetando la textura original del plomo, material en el que solían ser fabricados tradicionalmente los jugadores, al igual que los soldaditos.

Todo eso está perfecto, pero donde la película muestra sus debilidades, contra todo pronóstico, es justamente en la escritura del guión. La ficción y la animación obedecen a construcciones narrativas muy diferentes, y es en el desarrollo argumental en el que no acierta tanto Juan José Campanella, más dado al melodrama en su cine adulto.

El tratamiento inicial del cuento de Roberto Fontanarrosa es marcadamente nostálgico, y se identifica con la línea autoral de Campanella. Es al querer introducir la acción cuando pasa a una actualización del mundo del fútbol demasiado maniquea, como si hubiera buenos y malos (Messis vs. Ronaldos).

Entonces se entra en una puesta en escena grandilocuente, con estadios multitudinarios que surgen en medio de pueblecitos de provincias. El duelo entre el chico local del salón de juegos recreativos y el que ha hecho fortuna como estrella en las ligas profesionales se vuelve de esta forma muy obvio. Menos mal que el humor recae en los personajes secundarios, con diseños acertados, como el del futbolista filósofo que parece inspirado en las parrafadas de Valdano.