EDITORIALA
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Lo que ayer se mostró en Bilbo es un frente democrático

La manifestación de ayer en Bilbo es, sin lugar a dudas, la mayor de la historia de Euskal Herria. También es una de las más importantes. No en vano, es la primera vez en estos dos trascendentales años -en realidad desde hace mucho más tiempo- que las dos principales familias políticas que tienen como referencia a Euskal Herria, es decir, las coaliciones que están llamadas a provocar el cambio en Nafarroa y que son Gobierno y principal grupo de la oposición en Gasteiz, articulan una respuesta contundente, inequívoca y efectiva ante uno de los habituales ataques contra los derechos y las libertades procedentes de Madrid. Es cierto que durante este tiempo PNV y EH Bildu, junto a la mayoría sindical vasca, han desarrollado importantes trabajos en común dentro de los parámetros de la Declaración de Aiete. Pero hasta ahora no habían sido capaces de mostrar conjuntamente que ese programa para el respeto de todos los derechos de todas las personas, esa voluntad de lograr una paz justa y duradera, es un clamor popular. En definitiva, por una u otra razón, no habían sido capaces de dar cauce a la ilusión que generó en la sociedad vasca la apertura de un nuevo ciclo político. Ayer se demostró que la sociedad lo necesitaba, que quería poder expresar claramente que no se puede frustrar este momento, que hay que actuar como país. En definitiva, que en democracia, cuando un pueblo habla, «no es no» y «sí es sí».

No obstante, pese a lo que ayer quisieron transmitir los medios de Madrid, e incluso a pesar del deseo legítimo de una gran mayoría de los presentes ayer en las calles de Bilbo, la de ayer no es la expresión de un frente nacionalista, sino de un frente democrático vasco. Un frente contra la humillación permanente, contra la vulneración de derechos, un frente por las libertades, por la libertad.

Son todos los que están, no están todos...

Si algo ha dejado claro el PNV de Urkullu desde un principio, en algunas ocasiones incluso de manera bastante descortés para con su predecesor, es que no quiere repetir el esquema de bloques que provocó el denominado Plan Ibarretxe, mucho menos Lizarra-Garazi. De hecho, hasta ayer mismo los jeltzales se habían mostrado totalmente leales al Gobierno de Rajoy, intentando modular su política a través del diálogo y con discreción. La respuesta ha sido más y mayores ataques a un incipiente proceso de paz. Pero a día de hoy el PNV no ha mostrado voluntad de conformar un frente abertzale para hacer efectiva la mayoría que formalmente existe en el país. El frente amplio representado en EH Bildu, por su parte, ha establecido la resolución del conflicto como prioridad y, asimismo, da mucha más importancia que los jeltzales a articular el país, sus diferentes territorios y a su ciudadanía tras décadas de desvertebración. Pese a todos los puntos en común que tienen, responden a culturas políticas distintas y en muchos ámbitos tienen intereses contrapuestos. Lo de ayer no responde, por el momento, a un acuerdo estratégico ni por el derecho a decidir ni mucho menos por la independencia. Puede facilitarlo, puede ser deseable, pero aún no lo es.

En todo caso, si algo caracteriza al PNV es su capacidad de adaptación a la sociedad vasca. En los dos últimos días sus dirigentes y militantes han podido palpar en primera persona cómo respira su base social, qué ilusión genera esta clase de acuerdos, cómo valoran sus adversarios -unos y otros- este tipo de pasos, qué sensaciones y poso dejan movimientos como el de ayer en esta sociedad. El soberanismo latente que Ibarretxe insufló a sus bases despertó ayer en todo su esplendor y no será fácil controlarlo. La inteligencia política y la empatía por parte del frente amplio serán determinantes en este terreno.

Por otro lado, las izquierdas republicanas y unionistas vascas -esa parte de la ciudadanía vasca que se identifica con PSE/PSN, con las dos Ezker Batuak y partidos ecologistas o con los sindicatos CCOO y UGT, entre otros- se van a topar una y otra vez con la realidad de que las fuerzas reaccionarias del Estado no cejan en su empeño por imponer su voluntad centralista y totalitaria, que van a continuar promoviendo la excepcionalidad jurídica, una visión represiva, una agenda involucionista en derechos y libertades. Como estructuras con intereses particulares, esos partidos y sindicatos pueden seguir colocándose fuera de este frente democrático, pero esa posición va a ser cada vez más insostenible para su base social. La realidad no es blanca o negra, ni la vasca ni ninguna otra, pero ese espacio que por diferentes razones ayer no asistió o apoyo la manifestación pese a compartir sus objetivos (y en este punto hay que recordarlos: derechos humanos, resolución y paz), va camino de ser cada vez más oscuro. Todas las que estaban ayer en Bilbo son personas que quieren que se garanticen los derechos humanos para todos, que haya acuerdos para la resolución del conflicto y, en consecuencia, que en Euskal Herria se establezca una paz que tiene que posibilitar que todos los proyectos democráticos y pacíficos sean viables. Pero, por definición, hay mucha gente que ayer no asistió que comparte esos principios democráticos. Es importante lograr que se impliquen en la defensa de esos objetivos inexcusables.

El segundo frente se está abriendo

Tal y como vaticinó Arnaldo Otegi, es hora de abrir desde Euskal Herria un segundo frente que, tras el de Catalunya, plantee una confrontación democrática con el Estado español en clave de derechos. Ayer se dio un paso de gigante en ese sentido y, más allá del análisis, es momento de disfrutarlo. Sin soberbia ni prepotencia, pero hoy es un día para saborearlo. Hay un trabajo bestial por delante y los acontecimientos de estos días deben servir para impulsarlo. Zorionak, #BasquesForSolution!