Anjel Ordóñez
Periodista
TXOKOTIK

Por la carretera de la muerte

Txomin Egileor es un personaje muy conocido en Galdakao. En el tránsito entre los siglos XIX y XX se convirtió en una de las figuras principales del incipiente movimiento nacionalista en esta localidad, en la que fue delegado del PNV hasta la apertura del primer Batzoki (1905). En aquel tiempo, Egileor mantuvo reuniones clandestinas con el propio Sabino Arana, una de ellas en el viejo cementerio de Elexalde, junto a la iglesia de Andra Mari, frente al viejo roble «Guzur Aretza». En el mismo sitio donde años más tarde residiría otro célebre jeltzale, Xabier Arzalluz. Egileor fue un gran aficionado a la música y también director de la Banda de la Dinamita. La «Dinamita», así se conocía a la Sociedad Anónima Española de la Pólvora Dinamítica, ubicada en el barrio de Zugutzu y uno de los principales motores económicos del pueblo durante décadas, desde 1872.

Txomin Egileor tiene una calle en Galdakao. Comienza precisamente en las inmediaciones del acceso a la antigua Dinamita, desde donde se hacía sonar el cuerno que alertaba contra la amenaza de la aviación franquista. Continúa paralela al río Ibaizabal, atraviesa el barrio obrero de Arkotxa y al llegar a Basauri toma primero el nombre de Gudarien Hiribidea y después el de Cervantes Hiribidea. El trayecto termina en Etxebarri, a las puertas de otra de las grandes empresas de Bizkaia: Arcelor.

Durante mucho tiempo, esta vía fue una de las principales arterias económicas de la comarca, con decenas de empresas y una febril actividad industrial. Pero eso ya es historia. Historia negra. La crisis ha terminado por arrebatar a Txomin Egileor su calle porque el acervo popular la ha rebautizado como «Carretera de la muerte». Grandes fábricas como Formica, Theis Ibérica, Outokumpu... han desaparecido. Edesa, tocada de muerte, agoniza a la espera de un milagro. Bridgstone (Firestone) ha destruido gran número de empleos en los últimos años.

A menudo paseo por la carretera de la muerte. En un muro desvencijado de una de esas empresas abandonadas, todavía puede leerse una apelación extrema pero vigente a la honestidad y la coherencia colectivas: «¡Huelga general indefinida!».