La teoría de que a la izquierda abertzale le beneficia la represión porque se «victimiza» es prima-hermana de aquella de la «cortina de humo», que sirve para explicar todo aquello hacia lo que el progresismo español no tiene argumento razonable. Ambas son familia, por parte de padre, de la histórica incomprensión de amplios sectores al sur del Ebro hacia movimientos que, además de pelear por una sociedad más justa, reivindican su independencia en Euskal Herria o Catalunya. Cuando alguien dice que el Gobierno español habla del proceso soberanista o de ETA para «tapar las cosas importantes» olvida, en su soberbia, que es posible que la democracia sea algo «importante» para los catalanes o que una nueva redada con ocho presos más sea también «importante» para muchos vascos. Del mismo modo, cuando uno cree que la represión «beneficia» al reprimido, quizás debería ponerse en la piel del perseguido antes de seguir camino del estrambote.

Quien así se expresa, además de exhibir falta de empatía, demuestra que considera a su españolísimo ombligo, y no otro, la medida de todas las cosas. ¿De verdad se puede decir en voz alta y sin avergonzarse que los jóvenes independentistas o los miembros de Batasuna que están siendo juzgados ahora mismito en la Audiencia Nacional sacarán provecho de enfrentarse a largas condenas?

Ya dijo Alberto Moyano que, en cuestión de opinión pública española, el conflicto vasco cotiza al nivel de bono basura. Una teoría fácilmente contrastable con los datos del CIS. Cierto es que se utilizó durante mucho tiempo para mantener prietas las filas, pero, teniendo en cuenta los antecentes, dudo mucho de que el objetivo sea «desviar la atención». Así que he elaborado una osada teoría. ¿Podría ser, quizás, que el Estado sí tenga una preocupación propia sobre Euskal Herria o Catalunya y actúe en base a una agenda para combatir el independentismo?

El objetivo es ser buenos vecinos. También compartir barricada. Por eso, resulta desolador comprobar cómo el análisis sobre la «incomprensión» por parte de la izquierda española que describió «Argala» en su autobiografía política sigue hoy en día tan vigente. Esa sí que es una cortina de humo que ciega.