Oihane LARRETXEA
ZIENTZIA

Una precisión de micras contra la catarata ocular

La cirugía de catarata es la intervención que más se practica en el mundo desarrollado. En Hego Euskal Herria, por ejemplo, se superan las 20.000 operaciones anuales. Las técnicas con láser han mejorado mucho, ganando en precisión y resultados. El último avance se llama láser femtosegundo.

La catarata es la opacificación del cristalino, la lente que tenemos dentro del ojo y que nos permite enfocar las cosas para ver de lejos y de cerca. Funciona correctamente hasta los 40 o 50 años pero, a medida que se gana en años, pierde elasticidad y capacidad de enfocar de cerca. También pierde su transparencia y se vuelve opaca. La sensación es similar a ver como si hubiera bruma. El tabaquismo, la edad, enfermedades como la diabetes o factores genéticos guardan relación directa con la aparición de cataratas. Por cierto, afecta indistintamente a hombres y mujeres, aunque ellas se operan más porque su esperanza de vida es más larga.

Esta técnica específica, llamada láser femtosegundo, apenas tiene dos años y en todo el Estado español solo se ofrece en una decena de clínicas. Begitek, en el barrio donostiarra de Egia, es una de ellas. Ahí trabajan nueve oftalmólogos, cada uno especializado en un área: cirugía reflectiva, presbicia, miopía, cirugía de glaucoma, de retina, oftalmología pediátrica... Desde este centro, el oftalmólogo Javier Mendicute ofrece a GARA una interesante explicación sobre este láser, así como sobre la cirugía ocular en general.

Cualquier intervención de catarata pasa por la destrucción del cristalino, un procedimiento que está muy sofisticado desde la entrada de la facoemulsificación, es decir, la eliminación de la lente ocular por ultrasonidos en la que es suficiente una incisión inferior a dos milímetros. «El cristalino es una lente dura, de once milímetros. Si no existieran estos avances, tendríamos que abrir esos once milímetros para sacarlo. Desde hace muchos años, sin embargo, lo destruimos dentro del ojo y lo aspiramos. Una vez que no hay cristalino, se introduce una lente intraocular artificial. Estas lentillas son plegables y se inyectan con un sistema mecanizado. Después se expande en el interior del ojo», explica Mendicute.

El láser femtosegundo juega un papel fundamental en todo el proceso, porque facilita la destrucción con un mínimo uso de energía y de forma muy precisa. «Basa sus principios en una captura de imágenes -aclara-. Identifica las estructuras del ojo, como la córnea, el iris, la cápsula anterior, etcétera, con una precisión mucho más que milimétrica, en micras. Una vez hecha la captura, que dura entre 30 y 40 segundos, el láser se programa para actuar sobre esas estructuras en la forma en que hayamos predefinido, pudiendo diseñar incisiones de 1,5 mm, de 1,8 mm... de cualquier medida».

Mendicute está satisfecho con su eficacia y lo describe como «el Da Vinci de la cirugía general». «Permite hacer la apertura del cristalino de una forma muy precisa y sin dañar el tejido circundante, sin efecto térmico. Lo destacable es que evita, en todos los casos, dañar nada más, minimizando el riesgo asociado al factor humano. Una vez que lo programamos, el láser calcula qué es lo que tiene que tratar. Los profesionales no tenemos más que disparar con un pedal. El láser se pone en marcha y en 30 segundos tenemos esos cambios que queríamos dentro del ojo, ya preparado para abordar el cristalino». Su aspiración resulta mucho más sencilla y la lente queda más centrada. Además, permite mejorar los resultados, sobre todo en los casos de ojos pequeños -menos sencillos que los grandes-, o en aquellos que tienen una anatomía que los hacen un poco más complejos.

Al margen de esta utilidad, y tratándose de una nueva tecnología, se están explorando otras aplicaciones que pueda dar otros beneficios. Por el momento, en Begitek la emplean en cirugías de catarata o córnea y en aquellas que creen que aportará al paciente un beneficio considerable por la complejidad del caso. Aunque admite que no es un método económico, a los pacientes a los que su uso «puede marcar una diferencia», no le facturan ese coste de más.

Al margen de las personas operadas de cataratas, en las intervenidas para corregir defectos de refracción a partir de los 50 años, como la vista cansada o la presbicia, Mendicute asegura que el novedoso láser «supone una precisión que no podríamos haber imaginado». Para los diabéticos, patología que afecta de manera negativa en la calidad de la vista, esta técnica resulta interesante porque las zonas de la retina que ya no funcionan y que consumen oxígeno se pueden destruir para que las adyacentes que sí funcionan puedan aprovechar el oxígeno.

Mejorando la técnica

Los láseres han cambiado y variado mucho. De hecho, solo en este centro disponen de más de diez tipos y cada uno de ellos cumple con una función particular. La oftalmología fue la primera especialidad que introdujo su uso, alrededor del año 1948. Mendicute recuerda que los primeros no eran más que luz administrada de forma precisa y con efecto lupa. Los pacientes tratados así en las décadas de los 60 y 70 sufrían impactos de 500 micras -una micra equivale a la millonésima parte del metro-. Hoy, esa cifra oscila entre 10 y 15 micras. Con estos precedentes, este experto ocular está seguro de que «el futuro nos deparará muchas sorpresas». Y buenas. También la longitud de las heridas ha disminuido de forma considerable; de los 11 mm iniciales, hoy apenas superan 1,5 mm. Otro tanto ocurre con los puntos de sutura: si antes hacía falta que pasaran hasta tres meses para su total curación, hoy en día, en en el 98% de los casos de cataratas, ni siquiera los hay.

Volviendo a las cifras del principio del texto y en lo que respecta a Gipuzkoa, las 600 operaciones de cataratas que se realizaron en 1985 se han multiplicado por diez. Las personas son más longevas pero es que, además, las técnicas son rápidas, de buena rehabilitación y con resultados satisfactorios. Sobre la cuestión de quién decide intervenir, Mendicute defiende la importancia de valorarlo entre el médico y el paciente, porque puede haber quien ve un 40% y estar satisfecho por tener cubiertas sus necesidades. De todos modos, cada caso es particular. Muestra de ello es la variada edad de quienes ha operado: ha tenido pacientes de apenas 6 semanas de vida y hasta de 104 años.

«A los ojos hay que mimarlos; tenemos dos para toda la vida»

Cuidar y proteger los ojos es vital para preservar su salud. Parece una obviedad, pero el ritmo del día a día y los hábitos adquiridos no ayudan demasiado: largas horas frente al televisor, el ordenador u otros tipos de pantallas, el aire acondicionado -reseca los ojos-, la falta de reposo... son elementos que perjudican. No desgastan la vista, pero sí la cansan. Por eso, usar lágrimas artificiales y hacer revisiones periódicas nunca estarán de más.

Las consultas al oftalmólogo, en el caso de personas con determinadas patologías, cierta edad o antecedentes familiares, son casi obligadas, según Javier Mendicute. Es «imperdonable», por ejemplo, que un diabético no haga un control periódico o que con más de 50 años no se haya visitado al especialista, porque es la clave para la prevención. «El glaucoma afecta al 3% de la población mayor de 45 años, pero la mitad no lo sabe y están perdiendo capacidad visual. Esa visión que pierden es visión que no van a poder recuperar», advierte.

A los profesionales les produce «profunda pena» recibir en su consulta cegueras que hubieran sido evitables con el reconocimiento y tratamiento adecuados. «A los ojos hay que mimarlos; tenemos dos para toda la vida». O.L.