Ramón SOLA
DESDE LA GRADA

Nino y Oriol Riera, dos referencias para dos épocas, en Osasuna y en Nafarroa

Esta semana en Nafarroa es imposible no hablar de política. Porque Osasuna también ha aparecido en medio del tinglado (¿habrá alguna gran institución navarra con la que no haya trapicheado UPN?). Lourdes Goicoechea, la vicepresidenta bajo sospecha, confirmaba el miércoles que la directiva de Miguel Ángel Archanco ha pagado en este último año y medio 16 millones de la deuda rojilla con la Hacienda Foral frente a los solo 10 que abonó Patxi Izco en los seis ejercicios anteriores, de 2006 a 2012. Con la connivencia, claro está, del Ejecutivo de UPN, entonces con Miguel Sanz a la cabeza. Y con el agravante de esos once millones extras de deuda que afloraron de un día para otro tras irse Izco a casa sin decir ni mu.

Como a estas alturas ya está claro que ni los actuales mandatarios rojillos van a tirar de esa manta, ni menos aún los del Gobierno, como tampoco ha aparecido un inquieto socio Cases que lleve el tema a los tribunales al estilo Barça, y como tampoco la Fiscalía tan hiperactiva para ciertas nimiedades parece haber oído nada, habrá que conformarse al menos con saludar que Archanco coja el toro por los cuernos de lo que él mismo tildó de «marronazo».

Y es aquí donde entran en juego Nino y Oriol Riera. El almeriense fue noticia ayer por volver al césped siete meses después. Aunque suene a broma pesada dada su menor relevancia actual en la plantilla, tras la lesión y con su edad, lo cierto es que su ficha es una de las más altas de la plantilla, si no la más. Nino es la referencia de otra época, muy reciente pero otra, la de las vacas gordas y el despiporre impune en Nafarroa, la del «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades» reconocido por Archanco ante el silencio clamoroso de Izco.

Aunque nadie duda de su honradez en el campo, parece muy poco posible que Nino vaya a ser jugador decisivo en los catorce partidos que restan. Para eso está Oriol Riera, referencia justo de lo contrario, de las vacas flacas, de la economía de guerra. Si el de Vic mantiene su progresión, no parece descabellado pensar que Osasuna pueda terminar vendiéndolo por una cifra cercana a su cláusula de rescisión: cinco millones de euros. Teniendo en cuenta que solamente costó 600.000, la operación sería un exitazo para las arcas rojillas. Esos cuatro millones y pico, por cierto, se corresponden con lo que el club debe pagar a Hacienda cada año para lograr amortizar en una década todo el agujero de la era Izco, algo más de 4o kilos.

Si la salvación se logra también este año, y tanto el punto como el juego de ayer la acercan, no se tratará de una más de aquellas. Tendrá mérito añadido, el que va de quien fichó a Nino -o Camacho o Milosevic o Chengue Morales...- a quien tuvo que apostar por Oriol -o Lobato o Lotiés...-. Y habrá demostrado que otra gestión en Osasuna es posible.

De Nafarroa, ni hablamos.