Veinticinco años de insumisión y de desobediencia civil
Los doce años que duró la Campaña de Insumisión -desde el año 1989 hasta el año 2001, con la desaparición del Servicio militar obligatorio- produjeron una experiencia de desobediencia civil que generó un gran movimiento antimilitarista. Las mujeres feministas nos posicionamos a favor de la insumisión y en apoyo solidario a los insumisos.
Asimismo, durante toda la década de los noventa quisimos ser sujetos de la lucha antimilitarista, ocupar un lugar en el movimiento que no se limitara al apoyo individual a los insumisos como parejas, hermanas o madres. De manera que se llevó a cabo un trabajo de reflexión y debate alrededor del militarismo desde un punto de vista de género.
Se denunciaba al Ejército -máximo representante del militarismo- como el mayor exponente de la violencia del patriarcado.
Los valores que transmite el Ejército -jerarquía, fé ciega, autoritarismo y la resolución de conflictos a través de la violencia- se encuentran a años luz de las reivindicaciones feministas. Las mujeres feministas luchábamos (y luchamos) por una sociedad igualitaria, justa, solidaria y por la resolución pacífica de los conflictos.
Para cumplir con estos objetivos, los instrumentos utilizados fueron, son y serán, la desobediencia civil no violenta y la movilización social.
Veinticinco años después, nosotras también, como mujeres feministas y antimilitaristas, seguimos apostando por una sociedad desmilitarizada donde no tengan cabida ni campos de tiro, ni acuartelamientos e instalaciones militares, ni fábricas de armas, ni maniobras del Ejército, ni gastos militares, sobre todo hoy en día en que los recortes de servicios sociales impiden mantener o poner en funcionamiento recursos que pueden mejorar la vida de muchas mujeres; en mayor medida la de aquellas mujeres que se encuentran en una situación económica precaria.
El Ejército, sea profesional o no, sigue siendo una lacra que denunciamos por sus valores machistas y porque genera asismismo un incremento de fabricación y exportación de armas, un mayor control social y un aumento del gasto militar.
En lugar de invertir en prestaciones sociales, vivienda digna, educación y sanidad, así como en el cuidado a pequeños y mayores, guarderías, residencias, hospitales,... en lugar de cubrir estos servicios básicos tan necesarios en la vida de las mujeres para mantener y mejorar su autonomía personal, social y económica, en lugar de todo esto, los gobiernos siguen destinando partidas presupuestarias millonarias al militarismo y a las guerras. Hoy más que ayer, Intsumisioa!.

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