Alberto PRADILLA
CRISIS INSTITUCIONAL EN NAFARROA

Ferraz sigue sin definirse mientras el PP presiona en nombre de UPN

La partida de la moción de censura a Yolanda Barcina también se juega en Madrid, que es donde UPN confía en frenar las iniciativas parlamentarias en contra de la presidenta navarra. Por el momento, el PSOE mantiene la ambigüedad, sin dejar claro si seguirá adelante con el plan para desalojar a la jefa del Ejecutivo foral o, por el contrario, se plegará a las exigencias de Barcina, apoyadas también por el PP. Ayer, Óscar López, secretario de Organización del PSOE, eludió pronunciarse expresamente y fió la decisión final de su partido a la ronda de contactos abierta por el PSN, de la que se ha excluido a Bildu. Mientras Ferraz mantiene la incertidumbre, Génova se ha convertido en el altavoz de la presidenta navarra. Después de que Mariano Rajoy exhibiese su sintonía con Barcina a petición de Carlos Salvador, ayer fue Esteban González Pons el que se centró en Alfredo Pérez Rubalcaba para instarle a presionar a su sucursal navarra y permitir que Barcina se aferre al poder. La crisis política abierta en Nafarroa centró ayer la discusión entre PSOE y PP, que entre los dos apenas suman 13 de los 50 escaños del Parlamento foral.

«No hay novedades sobre Navarra», avanzó Óscar López en una rueda de prensa capitalizada por la «cuestión foral». En Madrid domina el discurso impuesto por la derecha navarra y española, que ha tratado de convertir el escándalo de la consejera de Hacienda, Lourdes Goicoechea, en un «caso Bildu». Por eso, buena parte de las preguntas estaban dirigidas a saber si Ferraz daría luz verde a una moción de censura que necesita los votos de la coalición abertzale para prosperar. Sin un mensaje claro que trasladar, López se aferró a lo ya anunciado el sábado tras la Ejecutiva del PSN: que habrá ronda de contactos «sin Bildu». En su día, el partido liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba afirmó que esperaría a las conclusiones de la comisión de investigación para posicionarse. Ahora que la mayoría del Parlamento ha censurado a Barcina y le ha exigido la convocatoria de elecciones, parece que Ferraz ha enfriado su postura.

Ronda de contactos

Del «o se va o la echamos» que lanzó Roberto Jiménez hace dos semanas se ha pasado a un discurso mucho más dubitativo. Especialmente, en Madrid, donde se elude hacer referencia expresa a la moción de censura. López se limitó a recordar que se «va a iniciar una ronda de contactos» de los que se ha excluido a Bildu. «El PSOE no va con Bildu a ninguna parte», insistió ayer López. En Ferraz se ha extendido el temor de que el mensaje del PP sobre la supuesta alianza con la coalición abertzale puede costarle votos en el Estado. Así que se evita dar un apoyo explícito al desalojo de Barcina del poder.

No obstante, tampoco puede alargar mucho la decisión. Esta se adoptará «en los próximos días», según confirmó el secretario de Organización del PSOE, que solo reiteró el trabajo en común entre Ferraz y su sucursal navarra. Mientras tanto, centró sus críticas en Mariano Rajoy. «Estamos ante un caso de corrupción del Gobierno de la señora Barcina, apoyado por Rajoy que, una vez más, no ha llamado para saber qué ha pasado sino para decirle como a Bárcenas: aguanta, que hacemos lo que podemos», denunció.

Desde Génova, mientras tanto, se sigue presionando para que Barcina se aferre al poder. El vicesecretario general de Estudios y Programas del PP, Esteban González Pons, aprovechó la rueda de prensa semanal para sumarse al discurso de UPN y presionar para que el PSOE renuncie a la moción de censura. «En los últimos días hemos visto como Rubalcaba, por un lado, renunciaba a seguir votando a favor de la unidad de España en el Congreso porque le resultaba cansino, y por otro lado no dice que no cuente con los votos Bildu», afirmó el derechista.

«Esta actitud de no querer votar más por la unidad de España en el Congreso es inmoral desde el punto de vista político. Y que esa actitud de disimuladamente intentar aprovechar los votos de Bildu en Navarra es inmoral desde el punto de vista político. Pero el problema de Rubalcaba no es de moralidad o de inmoralidad política, es de incapacidad», afirmó, convertido en altavoz de las tesis de Barcina. Pronunciamientos públicos al margen, las presiones para evitar que Barcina abandone la presidencia tienen en Madrid uno de sus escenarios.