P. CABEZA / A. BILBAO
Udate | Azkena Rock jaialdia

El húmedo stoner vasco, presente en una jornada de tarde muy rockera

Ayer tocaba desperezarse de la alterada jornada vivida el viernes debido a las tormentas y aguaceros que cayeron sobre Gasteiz. El mediodía transcurrió entre cielos abiertos y bloques de nubes. No obstante la tarde/noche aguantó bien y una ligera brisa acompañó de forma agradecida la estancia. hay caras sonrientes, buen ambiente y la impresión de que allí todos lo quieren pasar bien.

Tanto se presiente un día espléndido como un día de locura, pero a la hora prevista ya están en escena Niña Coyote eta Chico Tornado, quienes se han ganado con su esfuerzo y trabajo estar en Azkena 2014. Su álbum debut, su intensidad en los conciertos y la simbiosis equilibrada entre Koldo Soret (Surfin Kaos, Utikan, Mugatik) y Ursula Strong (Zuloak, Las Culebras) les han llevado hasta este sábado. La pareja ha recorrido su álbum debut desde la magia del escenario principal. Sonido desértico, como pide Azkena por uno de sus costados. Se han bregado tanto desde la aparición del álbum debut que el dúo funcionó como las ruedas motrices de un tren. Luce el sol, no ha llegado aún la multitud, pero el grupo de inquietos les anima. Desde arriba lo ofrecen todo, crean la ilusión de un viaje a las arenas, de un escape del mundo. Niña Coyote eta Chico Tornado ya han escrito unas líneas en Azkena Rock Festival.

De dúo a dúo con Deap Vally. En este caso dos chicas tensionando el blues-rock , el stoner y el rock alternativo con aspereza y descaro. Las angelinas son de todo menos ángeles. Lindsey Troy se desboca con su guitarra y voz de corte muy setentero y Julie Edwards golpea su batería como si no fuera suya. En el escenario Raúl Aransáez la pareja presentó su álbum debut, que está a punto de cumplir su primer año de vida. -Sistrionix- fue la base y el origen de fogonazos como «End of the world», «Baby I call hell», «Walk of shame», «Gonna make my own money» o «Lies». Un show caliente, enérgico...

Es tiempo de meter las caras en el photocall de una marca importante de guitarras, que rifa una de ellas cada día. Tener opciones de diversión y romper mecánicas está muy bien en un festival. Y andan jóvenes y gamberretes con sus años marcando solos de guitarra interminables. De momento mandan las cervezas, pero ya comienzan a salir del estómago los pioneros del bocata. Lástima que las zonas ajardinadas guarden aun tanta humedad, pues son espacios que el cuerpo agradece. Dejarse caer.

The Temperance Movement es un quinteto británico que suena como si viniese del sur de los EEUU. Cruzan en su camino los perfiles de la Creedence Clearwater Revival con apuntes de Black Crowes. En Mendizabala optaron por su repertorio más rudo, pero en su álbum homónimo del año pasado cuentan con varias canciones de tono medio, incluso baladas, muy acertadas. Su vocalista Phil Campbell posee una voz tan cercana a Joe Cocker como al fallecido Steve Marriott o al más joven Rod Steward. El rubio guitarrista Luke Potashnick se las entiende muy bien por el terreno del blues-rock con su Telecaster. La tarde lleva tres de tres bandas en el estilo más puro del Azkena.

La ola de rockeros incondicionales ha tenido que repartirse. La carpa tira más, pero unos cientos de seguidores quisieron probar lo que ofrecía un joven grupo de la ciudad, Arenna. Similar hora a The Temnperance Movement. Toca picotear un poco de uno y de otro lado, pero con el punto de que el stoner rock de las seis de la tarde les corresponde a los chicos de Gasteiz, que hace dos años convencieron a muchos con el espléndido «Beats of Olarizu». Arenna se movieron por el terreno de bandas como Karma to Burn, los mismos Unida de esta noche o Colour Haze, aunque lo cierto es que llevan ya unos años que a las referencias inevitables y de quienes se aprende le han añadido sonidos de su local de ensayo, de Olazuri, como mostraron ayer en Mendizabala. Cabe pensar, de paso, que ya toca disco, aunque quien sí lo está, y con su segundo, es su vocalista Txus, Dr. Sax, que lucía una frondosa barba y una camisa entre africana y eternamente jipi. Puede haber cerca de mil personas siguiéndoles, que no está nada mal. En su discurso se hermanan con sus amigos The Soulbreaker Company.

Un puñado de rock and roll

The Strypes es una de formación que aporta un sonido casi en vías de extinción, rollo pub-rock en la mejor tradición de los Dr. Feelgood. El cuarteto procede de Cavan, Irlanda y llevan cinco años en activo con sus caras de niños. Su sentido del rock and roll fue resultón, un subidón para que las cervezas corrieran con gusto por el breve túnel de la garganta. «Mistery man», «Hometown girls» o «Blue collar Jane» son buenos motivos para celebrar a tragos el ritmo de estos chicos que rockean como si fuesen los primeros Beatles, pero que también cuidan las voces. El año pasado pasaron por Glastonbury, así que ya saben lo que es enfrentarse a un escenario grande, a los buenos festivales. No decepcionaron estos chicos de cara bien aseada y sin barba, algo complicado para Azkena.

Una vez más toca elegir, en el escenario 3 los locales The Soulbreaker Company, con álbum reciente que presentar y, de otra parte, los históricos Violent Femmes. Como es lógico la mayoría del público se asentó en la explanada Lou Reed para ver a los estadounidenses, que conocieron sus mejores tiempos en la década de los ochenta. Brian Ritchie y Gordon Cano escriben el set list, que pasa por recordar canciones que ya tocaron en esta misma ciudad en los días gloriosos de la sala The End, cuando este local se convirtió en el centro neurálgico del rock internacional de nueva generación. Violent Femmes no lo recordarán, pero esta es su segunda visita a Gasteiz, pero esta vez de festival, un estilo de música que no se conocía en sus buenos días. Su folk-rock alternativo continúa con excelente salud y sus canciones más emblemáticas sonaron redimensionadas desde el escenario principal, el lamado Lou Reed.

The Soulbreaker Company pueden dejar «tocado» a quien escuche con los sentidos abiertos temas como «Many so strange», uno de sus temas estrellas del álbum que presentaron «Graceless», el disco donde Pink Floyd se percibe con mayor claridad. Por mucha competencia con Violent Femmes el grupo de Gasteiz ha conseguido reunir un buen número de amantes de lo lisérgico. «Graceless» contó con la producción de Liam Watson (Tame Impala, White Stripes, Electric Wizard) y fue masterizado por Noel Summerville (White Denim, Efterklang, Astra). Lo que quiere decir que su cuarto disco contó con muy buenas expectativas. El sexteto acaba de celebrar sus diez años de vivencias, todo ese poso de sabiduría lo volcaron ayer mediante canciones sedosas y espacios evocadores, con la guitarra de Asier Fernández planeando con su mayestático sonido por encima del todo.

Joe Bonamassa repite Azkena, aunque con banda diferente e intencionalidad musical también. Además pasa del escenario principal al segundo. En este año ha publicado cinco álbumes en directo. El neoyorquino lleva una carrera en solitario intensa, pero también picoteando con diversas colaboraciones, como la realizada hace bien poco junto a la angelina Beth Hart. Con acústica, con eléctrica, con guitarra de dos mástiles, Bonamassa se luce y divierte desde el escenario en un estilo que va del blues, preferentemente, al rock.

Con el día más largo del año, a las 22.20 sale a escena Blondie. La banda que cumple este año su 40 aniversario, aunque no han sido tantos los años de trabajo conjunto. En escena los tres líderes: Debbie Harry, Chris Stein y Clem Burke, acompañados de otros tres músicos. Comienza el show-pop luminoso que contaremos mañana.

De la nueva ola de Stranglers, al heavy de Scorpions y la profundidad de Marah

Con puntualidad británica The Stranglers, con precisión alemana Scorpions, así salieron a escena, lloviera lo que lloviera, las dos bandas con más reclamo de la jornada inaugural. Y es que la tormenta eléctrica que llegó en torno a las 18.00 horas y ni siquiera cesó bien entrada la madrugada, explotó con el singular Seasick Steve; no obstante, cuando The Stranglers aparecieron en escena, a nadie parecía importarle estar empapado hasta los huesos.

Para los no metaleros The Stranglers eran la gran atracción, con el permiso de Marah, con quienes, a la postre, disfrutamos más, una de las bandas más esperadas de la noche, sobre todo por los no metaleros. Tras presentarse en euskera -este año no se ha escuchado tanto «Spain», los músicos mencionan «Basque Country» e incluso Scorpions agradecieron los aplausos con «eskerrik asko»; ¿casualidad?-, abordaron de inicio píldoras pop imperecederas como «(Get A) Grip (On Yourself)» y «Peaches», con un sonido new wave marca de la casa. Al frente, Baz Warne y Jean-Jacques Burnel, enérgicos guitarra y bajo en mano; al fondo Dave Greenfield escondido tras numerosos teclados y el eficaz Jim MacAulay en la batería en vez de Jet Black. La parte central del bolo también brilla con la elegante «Golden Brown» y con la celebrada versión «All Day and All the Night» de los Kinks, que esperamos escuchar a Ray Davies en la Zurriola en el próximo Jazzaldia, un clásico de siempre en su repertorio. ¿El resto? Sonó honesto y con intensidad, pero carente de una exquisitez que nos llevara al clímax. Arriba y abajo, The Stranglers... ¡cómo una ola!

Al no haber sido nunca muy dados al heavy, apenas aplaudimos con Scorpions, para que se notara que acudíamos a la «abdicación» -tras más de cuatro décadas de carrera los de Hannover parece que se despiden con esta gira- con espíritu crítico. Un primer aguijonazo con «Sting in the Tail» y «Make it Real» es suficiente para comprobar que el veterano Klaus Meine, relajado tras su paso por el Guggenheim Bilbao, mantiene firme el tono de voz, acompañado a coro por miles de gargantas rotas ya. Después dio paso a una serie de edulcoradas baladas señas de identidad, no en vano han logrado un sonido propio con temas como «The Best Is Yet to Come» y «Send Me an Angel». Cuando comienza a llover, casualidad, abordan con energía «Raised on Rock», con Rudolf Schenker -menuda colección de guitarras, cada cual más extravagante- y Matthias Jabs haciendo las típicas cabriolas. Al bajo, Pawel Maciwoda y, en sustitución de James Kottak, Johan Franzon a la batería, quien no se pudo resistir a realizar una exhibición de virtuosismo totalmente prescindible en un show, por lo demás, bastante contenido teniendo en cuenta la ocasión y el protagonista -aunque hubiera solos, plataformas elevadoras y demás parafernalia tan típica en este estilo-. Excelente el juego de luces y las pantallas, en la que se mostraron imágenes de la banda años atrás, en sus tiernos inicios. Cerraron con «Big City Nights» y Vitoria-Gasteiz escrito en las pantallas, y dejaron el aguijonazo mortal para los bises... «Wind of Change», escrita tras la eliminación del muro de Berlín, «Still Lovin´ You», a la que no le faltará mucho para celebrar sus bodas de oro, y «Rock You Like a Hurricane». Rayos y truenos, mucha lluvia, viento y huracanes en Gasteiz. Menuda noche.

Como curiosidad, y para no ser menos que Miles Cyrus, que agitó una ikurriña en Barcelona, el sexteto germano posó al finalizar la despedida con ¡una bandera asturiana! ¿En homenaje a la nueva Princesa de Asturias?

Con un sonido contundente los demoledores Turbowolf nos gustaron en la perjudicada carpa que clausuró Unida, de Jhon García (ex-Kyuss). El stoner rock se asocia a la arena del desierto, no a los charcos de Mendizabala.

Pero la gran sorpresa de la jornada aguardaba en el escenario principal, donde un menos rockero Dave Biolanko presentaba sin su hermano y apoyado en Christine Smith -destacable la sutil «Walt Whitman Bridge» que cantan a dúo entre el público- el proyecto «Mountain Minstresly of Pennsilvanya» de Marah, donde la formación recupera un cancionero de blues/folk de principios del siglo XX recogido en un libro homónimo.

Rodeado de una banda sólida de músicos curtidos, salta con ellos a escena Gus Tritsch, un niño (prodigio) de ocho años que ahora toca la slide guitar y después el violín, de manera asombrosa. El mocoso rubio fue la imagen de la jornada. Tiene frente a él a miles de rockeros boquiabiertos. Realmente nos dejaron impactados.

No importa, si llueve, que suene el rock and roll. A.B.