«Omar» hace historia, por ser la primera película de producción enteramente palestina. Y por haber sido reconocida además internacionalmente, tras recibir en el Festival de Cannes, dentro de la sección Un Certain Regard, el premio del Jurado.

La nueva obra maestra de Hany Abu-Assad es aún más compleja que la también premiada «Paradise Now», al tocar aspectos que nunca antes habían sido abordados en las películas que tratan el conflicto árabe-israelí.

La guerra sicológica

Todos los conflictos que se prolongan en el tiempo, ante la falta permanente de soluciones y la indiferencia de la comunidad internacional, acaban enquistándose en las sociedades afectadas como un cáncer que destruye todo el tejido humano. Esto lo expresa en profundidad «Omar», que muestra el modo en el que la vida cotidiana se ve condicionada en los territorios ocupados.

No es tan simple, y nunca lo ha sido, como creer que ahí en frente está el enemigo. Existe una guerra sicológica, que es la que se apodera de las voluntades de los vivos, de los que no han muerto en la lucha. El joven Omar, al igual que muchos otros, está atrapado entre los dos bandos. La primera escena ya nos lo muestra saltando el muro, en medio de los disparos del ejército israelí. Está tan acostumbrado a jugarse el tipo a diario que hasta para ir a ver a la chica de la que está enamorado tiene que exponerse a las miras telescópicas de los tiradores.

En paraleo a su trabajo de panadero participa en acciones políticas, concretamente en el atentado contra un vigilante del muro. Luego llegarán las detenciones, las torturas y las amenazas. Será presionado y chantajeado en su vida privada para obtener su colaboración a la fuerza, mientras la sospecha de traición le persigue entre los suyos. Le quitarán todo cuanto más amaba.