Fermin Munarriz
Kazetaria
TXOKOTIK

Piratas

Llegó el verano y alguien debe decirlo. He indagado en las fuentes teóricas de la rebelión, del utopismo y hasta de los esbozos del hombre nuevo del Che en busca de una pista que calmara mi desazón: ¿por qué abundan tanto en la izquierda entrada en años? Y hasta hurgué en los escritos de aita Barandiaran y del padre Arizmendiarrieta por si hubiera causa de tierra madre... Y nada hallé. Y por eso lo puedo decir alto y claro: ¡Compatriotas varones, no es necesario llevar pantalones piratas para el triunfo de la revolución! No hay razón sin ética, ni honra sin estética.

¿Dónde quedó el gallardo porte durangués? ¿Dónde el noble estilo baztanés? ¿Dónde la elegancia bergaresa, la delicada estampa suletina o la recia sobriedad de los hombres de la mar de Bizkaia? Siglos de hidalguía vascongada arrojada por la borda por... ¡unos pantalones piratas de mercadillo! ¿Y nos quejábamos de colonización? ¡Aaaah... si levantara la cabeza el preclaro Augustin Chaho -que Aitor guarde en su gloria-; él, que con tanta distinción lució los concisos calzones pirenaicos! Algún día la historia juzgará a esos emboscados de las grandes superficies que nos inundan el solar matrio y la revuelta patria de pantalones mal cortados y vulgares.

Y no me tomen por ofuscado, pues nada tengo contra los bermudas, un palmo por encima; y hasta los piratas podría aceptar cuando miro las fotografías de los heroicos guerrilleros del Vietcong. Pero ellos ganaron una guerra e hicieron una revolución. Y además, les sentaban bien.

Y me dirán -con razón- que no es de extrañar ver estas extravagancias a media pantorrilla en una tierra como la nuestra, tan dada a vestir de alta montaña hasta para tomar el aperitivo en la gran ciudad. Como Basajaun en un semáforo. Si hasta las sandalias de playa parecen pensadas para atravesar la Antártida sin calcetines... Sabido es que los vascos somos pueblo montaraz, y no por falta de sofisticación ni refinamiento, sino por querencia a tener siempre un pie en el monte. Para echarnos a él o para salir huyendo.

Alguien tenía que decirlo, camaradas varones. Las calzas piratas nos deshonran con su ordinaria indecisión entre la rodilla y el tobillo. El pirata no es falta de tela; es falta de talento.