Los fuegos

COMO EL HERMANO GUIPUZCOANO (Zinegotzi)
Por la jota de la Plaza del Consejo! ¡Qué bonito y entrañable contemplar las colecciones de artefactos pirotécnicos con las que tiene a bien entretener al pueblo el muy noble y leal Ayuntamiento de esta ciudad! Con la noche extendiendo su manto sobre la fiesta, la negrura se convierte en el mejor lienzo sobre el que dibujar preciosas formas multicolores por obra y gracia de los talentosos artistas de, entre otros, Pirotecnia Caballer o Pirotecnia Zaragozana, auténticos clásicos en estos lares. Palmeras, serpentinas y otras imágenes nos alegran la vista mientras degustamos un rico helado sentados en la hierba que rodea la Ciudadela. Ya sabemos que Iruñea no es Donostia y que la Vuelta del Castillo no se puede "contimparar" con La Kontxa, pero uno no puede dejar de sentirse como un hermano guipuzcoano disfrutando de ese momento mágico en medio de la noche. Y si encima los puedes ver desde lo alto de la Noria desmontable más grande de Europa, es que ya es para, con perdón, evacuar el vientre.
Así que no es de extrañar que para mucha gente, durante las jornadas sanfermineras, los fuegos sean una cita ineludible, un momento íntimo y tranquilo en el que disfrutar con la parte más plástica de la fiesta. Eso sí, no os olvidéis de coger una chaquetica, que ya sabéis lo traicioneros que son los fríos nocturnos y los catarros mal "curaus".
ABURREN HASTA A LAS OVEJAS (Karabinagre)
Por las amantes de Carlos III el Noble! Ande no hay mata, no hay patata, así que no sé por qué me sorprendo de lo moña que se pone el cabezón de al lado al hablar de sus queridos fuegos artificiales. ¡Pero si aburren hasta a las ovejas! Que una cascada verde, otra azulica, luego la lluvia dorada (¡no penséis mal, pájaros!), todo mucho bien, pero soso de pelotas. El único momento decente es cuando tiran la traca final, que parece que va a reventar el Edificio Singular, porque el resto de explosiones son una sucesión de "pedicos" y silbidos canarios a medio gas.
Aunque reconozco que los fuegos tienen su utilidad. Especialmente para ir con una moceta al oscurico con la excusa de ir a verlos («Es donde mejor se aprecian todos los colores», decimos con cara de concejal que no ha roto un plato) para terminar arrimando la cebolleta en condiciones y con los ojos haciendo chirivitas y no precisamente por los cohetes que están lanzando al cielo. Eso sí, sin olvidarse de San Condón.
También tiene su aquel eso de que falle la trayectoria y algún cohete termine haciendo su particular lucha minera explotando cerca de esos espectadores con cara de bobo. Porque algunos miran al cielo con la boca tan abierta que dan ganas de jugar a la rana. Con lo bien que se está en el bar echando un trago mientras se oye un lejano «burruuum».

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