CRíTICA | «Aviones: Equipo de rescate»

Luchando contra la plaga de los incendios forestales

No se puede ocultar la decepción que supuso el pasado año «Aviones», una nueva franquicia de Disney que empezaba en su primera entrega con un vuelo muy bajo. Y no servía de excusa el que fuera un simple spin-off de la serie madre «Cars», a sabiendas del amor que el productor John Lasseter ha puesto en esta obra tan personal. Por una vez se impuso el interés del merchandising, y se dejó a un lado el valor creativo. Sin embargo, no se debe acusar al fundador de Pixar de descuidar las películas de animación hechas por el estudio subsidiario DisneyToon, viendo como ha sido capaz de levantar la franquicia de «Campanilla».

Con la segunda entrega de «Aviones» sólo cabía esperar una rectificación a tiempo, dado el margen de mejora de que se disponía, y así ha sido. «Equipo de rescate» es una secuela muy superior a su precedente, lo que despeja el panorama de cara a próximos productos derivados (se anuncian más variantes con barcos, trenes y todo tipo de vehículos o medios de transporte). A Disney le interesa, puesto que si los coches y los aviones personalizados han llenado las estanterías de las tiendas de juguetes autorizadas, la galería de personajes motorizados promete ser inagotable.

«Equipo de rescate» ha sido hecha con los mismos mimbres que la realización anterior, pero todos y cada uno de los departamentos técnicos y artísticos han afinado su quehacer, sin necesidad de grandes cambios internos. Se ha buscado una mayor espectacularidad y, aunque el guion de Jeffrey M. Howard no está mucho más desarrollado, la historia transmite una mayor emoción de principio a fin. Las secuencias de los incendios forestales son impresionantes y de un realismo que rebasa los límites de la animación, provocando que las maniobras aéreas de extinción resulten heróicas.

La película tiene su fondo, porque expresa una de las grandes paradojas de nuestro tiempo, en el que los avances tecnológicos se quedan en nada debido a la falta de recursos causada por la crisis. Hay que volver a arriesgar vidas.