Socios, amigos, pareja de hecho, cómplices, colegas...

Voy a empezar comentando la actuación estelar de Guillermo Francella, porque en «El misterio de la felicidad» está ya descomunal. Su talento interpretativo desafía cualquier barrera imaginable, y en la nueva comedia de Daniel Burman hace un doble papel sin que se llegue a notar que lo está haciendo. Todo es muy sutil, habida cuenta de que el protagonista habla por sí mismo y por el socio ausente, con lo cual encarna a la vez al personaje que presta su presencia a la historia y al que es constantemente añorado. El desdoblamiento sirve de metáfora de lo que es realmente en la vida y de lo que pudo haber sido, debido a que el socio desaparecido representa los sueños no realizados, mientras que él que continúa al frente de la empresa materializa el sentido pragmático del día a día.
Esto puede verse así desde una perspectiva simbólica, si bien el argumento también se presta, dada la ambiguedad con que son mostradas las relaciones personales, a otras lecturas. El protagonista y su socio desaparecido eran uña y carne, mucho más que amigos que se conocen desde jóvenes. Y ahí cabe entender más cosas, dentro de la sociedad o emparejamiento perfecto más allá de la rutina del negocio compartido.
Al que se queda le toca comprender las motivaciones ocultas del que se ha ido voluntariamente, por lo que el atípico detective armenio personificado por Alejandro Awada es más un investigador de lo existencial que un sabueso al uso.
No es hasta el final que al personaje de Guillermo Francella se le despejan las incógnitas de golpe, como fruto de una revelación que se remonta al pasado en común con su ya exsocio. Hasta ese preciso instante ni siquiera había sido consciente de que su compañero de fatigas pudiera tener otra vida fuera de la oficina, junto a una esposa y un hogar de los que no hablaba por culpa de un amor de juventud que seguía siendo el motor de sus sentimientos ocultos. Por un lado está lo que aparentamos ser y, por otro, aquello a lo que aspiramos, y no necesariamente en la misma compañía de siempre.
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