La chica gótica del instituto y los disfraces de Halloween

L a continuación de «Aita, zonbia naiz» forma parte de un proyecto concebido en su origen como una trilogía, por lo que «Dixie eta matxinada zonbia» mantiene las constantes de la saga. El estilo de animación se inscribe de lleno en el imaginario y la estética que han ido desarrollando Henry Selick y Tim Burton dentro del género, mientras que el diseño de la protagonista y su particular mundo gótico se nutre del fenómeno mundial provocado por la línea de juguetes Monster High, unas muñecas susceptibles de vestir diferentes disfraces, y en eso la película también luce como una fiesta de Halloween a la que se van sumando más nuevos personajes.
Comprendo que ese tipo de iconografía sea utilizada para conseguir la identificación del público en edad escolar al que va dirigida la película, haciéndola de esta forma más atractiva para los niños y niñas menores de 15 años. Pero creo que una cosa es aplicar una moda importada a los gustos propios, y otra bien distinta que acabe afectando a nuestra mentalidad. Me descoloca bastante el hecho de que la localización argumental se refiera a un instituto cortado por el típico patrón ideológico yanqui, ya que en dicho centro se celebran unas elecciones para elegir a la representante estudiantil, considerando a la ganadora de dichas votaciones como a la alumna más popular entre chicos y chicas. Aconsejada por su madre, Dixie, que es hija de un matrimonio de divorciados, se presenta para así reivindicar que el sector freak también puede crecer en popularidad hoy en día frente al regido por los valores convencionales. No me parece la mejor manera de expresar el dilema interno de la joven heroína, dividida entre su naturaleza doblemente humana y la de muerta viviente o zombi.
Quiere esto decir que la moda gótica mola, que está aceptada por los padres y profesores. En cambio, los gorditos seguimos siendo los eternos marginados y en la pandilla de aficionados a la parapsicología y a las visitas nocturnas al cementerio es Canica el cobarde objeto de las bromas pesadas, ya que además de barriga lleva unas grandes gafas de aumento.

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