ALBACETE 2

OSASUNA 0

Osasuna sigue sin tocar fondo en su decepcionante regreso a la categoría de plata. Los rojillos ya se encuentran a solo un punto del descenso a Segunda B, después de caer con todo merecimiento ante un colista que, hasta ayer, solo había ganado un encuentro. Cidoncha se bastó para, al filo del descanso y mediada la segunda mitad, anotar dos goles que ponen en evidencia todas las miserias que tiene ahora mismo el cuadro navarro.

Con el agravante de que en esta ocasión ni siquiera se puede tirar del manido argumento en torno a la ausencia de los internacionales. Sobre el césped del Carlos Belmonte estuvieron buena parte de ellos y no se notó para nada su concurso. Haría bien el club en plantearse en este próximo mercado de invierno la salida de algunos de los miembros de la plantilla cuyo elevado salario no se corresponde con el rendimiento que están ofreciendo en el verde.

Sin ir más lejos, no fueron precisamente los canteranos quienes más desentonaron en la tarde de ayer, con una joven dupla de centrales que lo hizo bastante bien y a la que no cabe achacar culpa alguna en los goles. En cambio, la escasa aportación de hombres como Nekounam o De las Cuevas, solo por poner dos ejemplos, llamados a ser desequilibrantes en esta división y sobre los que se habían despertado inusitadas expectativas, colabora al actual desastre del cuadro rojillo

Lo peor, además, es que la derrota frente al conjunto manchego no obedece a un hecho aislado, a una mala tarde sin más. El equipo ya lleva varias semanas dando signos de estar enfermo, de haber perdido el norte y de ser incapaz de reaccionar ante rivales que se presuponen inferiores, al menos en cuanto a las nóminas de sus planteles. Si este Osasuna es incapaz, al menos, de puntuar frente a un Albacete que tampoco demostró nada del otro mundo, es que se necesita un cambio de rumbo y actitud.

Sobredimensionada ilusión

Ahí también el cuadro técnico tiene su cuota de responsabilidad. No tanto por haber cometido errores tácticos o estratégicos -algo lógico que suceda a lo largo de la competición-, sino por haber sido incapaz de mentalizar a este bloque sobre lo que se les avecinaba ante su nueva situación deportiva y de proponer soluciones o alternativas adecuadas a los problemas que han ido surgiendo.

Todo ello, sumado a la inestabilidad institucional, han llevado a la hecatombe deportiva en la que en estos momentos está inmerso el equipo. Han bastado apenas tres meses para acabar con la sobredimensionada ilusión que se vendió a comienzos de temporada y la paciencia de una afición que siempre está ahí, pero que ya empieza a ofrecer signos de hartazgo.

Es bueno recordar los precedentes de Tenerife o Racing -bajaron de Primera a Segunda B- para espabilar porque, dentro de lo malo, todavía hay margen para dar un giro.