La película debería llamarse «El pequeño dictador»

Para comentar «The Interview» es necesario olvidarse de todo el fenómeno mediático que ha desatado, y que recuerda a los incidentes diplomáticos que generaban las películas estadounidenses más burlescas en tiempos de la Guerra Fría. Más allá de todo eso, estamos ante una comedia gamberra y escatológica del montón, con un burdo estilo de parodia política televisiva. Conviene fijar bien sus límites, porque no admite equivalencia alguna con los clásicos del humor satírico sobre los líderes mundiales, con «El gran dictador», de Charles Chaplin al frente. Porque de ser así habría que titularla en todo caso «El pequeño dictador», de acuerdo con su estrechez de miras.
Dado que el ombliguismo yanqui es tal que les impide ponerse en el lugar del otro, cuando hablan de otras culturas se agarran a tópicos que poder llevar a su terreno. Como no tienen ni idea de la realidad de Corea del Norte, se inventan una a la medida de la mentalidad occidental. Al caricaturizar a Kim Jong-un hacen que se parezca al rapero surcoreano Psy, que debe ser lo más cercano que conocen de aquella parte del planeta, cuando su canción «Gangnam Style» se refiere a la parte más lujosa de Seúl, o sea que es justamente todo lo contrario. Pero la cuestión es convertir a Kim Jong-un en una figura más entre los tantos famosos que aparecen en los talk-shows de la televisión, obligados a ser graciosos, porque los presentadores se supone que lo son. En su ficticio programa un James Franco más histriónico que nunca entrevista y gasta bromas a Eminem, Rob Lowe o Joseph Gordon-Levitt. Estos, por su parte, hacen supuestas confesiones sensacionalistas, como salir publicamente del armario o quitarse en directo el postizo que llevan en la cabeza, descubriendo que se han quedado calvos.
No tengo nada contra la risa fácil, que puede resultar hasta saludable. Lo que me molesta es que nos quieran seguir vendiendo como irreverente un tipo de comicidad que no atenta contra nada, a no ser que lo haga contra el buen gusto. Si la provocación se queda en la pedorreta lo que tenemos es una bomba fetida.
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