Mikel ZUBIMENDI
AIACCIU
Entrevue
GILLES SIMEONI
PRESIDENTE DEL CONSEJO EJECUTIVO DE CORSICA

«Nos impulsa el ideal que otros defendieron a costa de sus vidas»

Nacido en Bastia (1967) en una familia nacionalista clave en la revuelta de los corsos, abogado dotado de una actitud y una tonalidad muy amables para el gran público, el presidente es una de las personalidades más apreciadas de Corsica.

A sus 48 años, este brillante abogado ha conseguido algo que los propios nacionalistas corsos creían hace poco impensable: a saber, presidir el Ejecutivo de la isla representando a todos los ciudadanos de Corsica; hacer que el nacionalismo pase de ser una opción minoritaria y de protesta a convertirse en una fuerza mayoritaria y de gobierno. Un cambio radical, un seísmo político que el primu ministru no duda en calificar de «revolución democrática».

Abogado defensor de Yvan Colonna (militante corso condenado a perpetuidad acusado de tirotear mortalmente en 1998 al prefecto Claude Erignac, algo que Colonna niega y ha recurrido a Estrasburgo), Gilles Simeoni es «hijo de», como a él no le importa que le recuerden. Su madre es una judía de origen polaco y su padre, Edmondu Simeoni, una institución en la historia del nacionalismo corso. En 1975, a cara descubierta y con escopetas de caza, lideró el comando que asaltó una bodega propiedad de un colono pied-noir en Aleria. Tras el desenlace trágico de aquel asalto, su padre fue enviado preso a la metrópoli, con el peligro de ser sentenciado a muerte. Aleria simbolizó el comienzo de la revuelta corsa, el inicio de 40 años de clandestinidad.

Dotado de un poder de seducción que traspasa los márgenes naturales del nacionalismo militante corso, encabezó la lista Pè a Corsica que englobaba a autonomistas e independentistas, a Femu a Corsica y Corsica Libera. Un reagrupamiento de las fuerzas patrióticas al que, sin duda, contribuyó la decisión unilateral del FLNC de dar por finalizada una fase de cuarenta años de clandestinidad. Anteriormente fue alcalde de Bastia, tras una victoria que causó conmoción –llegó a un 55% de los votos– al lograr desbancar al clan Zuccarelli, una de las más potentes familias patricias de Corsica que heredaba el poder de una generación a otra y que había dominado la segunda ciudad de la isla durante 50 años consecutivos.

Nacionalista militante, moderado en el discurso, Gilles Simeoni es partidario de una lógica de emancipación progresiva, de que París suelte amarras y postergar, por ahora, el objetivo de una Corsica independiente que no está en el proyecto de su Gobierno. «No hace falta imaginar aún una Corsica independiente con pretensiones de obtener el arma nuclear», ironiza.

Más allá de la histórica victoria de los nacionalistas, Simeoni incide en la existencia de un inmenso sentimiento popular en favor de un cambio y de una solución política de fondo para la nación corsa. Se muestra crítico con el inmovilismo de París, pero no desespera. Confía en su pueblo y en su carácter resistente. Denuncia la utilización de un racismo a geometría variable y la forma en que se azuza un sentimiento anti-corso en la metrópoli mediante la propagación de interesados estereotipos.

Culto y accesible, quienes le conocen dicen que cuando se presentan las dificultades echa mano de la macagna, un arte de hacer humor en lengua corsa tan mordaz como el viento mistral. Simeoni atiende a GARA y expone su visión en torno a la coyuntura histórica que vive su nación.

 

Usted habla de una «revolución democrática» tras la incontestable victoria de los nacionalistas en las últimas elecciones. ¿Cuál es el sentido y la dirección de esa «revolución?

La victoria de diciembre pasado es, sin duda, la victoria de las ideas defendidas por todo el movimiento nacional corso desde hace medio siglo de este periodo contemporáneo. Es también, y de manera inseparable, la expresión de una aspiración que atraviesa toda la sociedad corsa, más allá de nuestra corriente de ideas: el deseo de romper con el sistema político arcaico y clientelista y de construir una sociedad corsa democrática y emancipada. En este sentido, se ha pasado de un enfoque de afirmación nacionalista a un proceso de construcción nacional.

 

Su victoria vino de la mano de una campaña en la que denunciaban la política de clanes y el clientelismo endémico. Igualmente hablaban de construir una alternativa al asistencialismo y a la muy fuerte dependencia respecto a París, mantenida durante siglos de manera deliberada. ¿Puede leerse la victoria de los nacionalistas en estos términos?

Absolutamente. No habrá emancipación política sin emancipación económica y social. En ese sentido, hemos puesto en el centro de nuestra propuesta el concepto de riacquistu econòmicu, la reapropiación de nuestra economía. O la transparencia en la gestión de los fondos públicos, o la equidad en el acceso al empleo público, la ruptura con un sistema basado en los privilegios y el clientelismo electoral.

 

París, de una manera u otra, contesta la legitimidad de su victoria. Se multiplican las voces ofuscadas y acusadoras. ¿Tiene la impresión de que va a responder a la nueva situación con «fair play» y un espíritu democrático?

París sigue, por el momento, en lo que respecta a lo esencial, al trasfondo político, en un punto muerto de bloqueo y de negación democrática. Por ejemplo, negándose a tener en cuenta las deliberaciones de la Asamblea de Corsica sobre la cooficialidad de la lengua, sobre la política de suelo y ordenación territorial, la transferencia de la competencia tributaria, sobre la amnistía... Más que nunca, hay que trabajar duro y con responsabilidad para implementar una verdadera solución política.

 

París dice: «¿Lengua corsa? Solo hay una lengua, el francés. ¿Prisioneros políticos? No hay prisioneros políticos. ¿Nuevo estatuto fiscal? No existe en la República. ¿Derecho de residencia? Fuera de discusión». ¿Cree posible una evolución progresiva y positiva?

Corsica, manifiestamente, no es una prioridad política para el Gobierno y el Estado. Sin embargo, el contexto es más que favorable para una evolución política de fondo que sitúe a Corsica en el camino del apaciguamiento y la emancipación que la mayoría del pueblo corso está demandando. Ojalá que este sea el camino que París elija lo más rápidamente posible.

 

Esa posición de París, a medio plazo, puede crear frustración en la comunidad corsa. ¿Le preocupa que indirectamente esté haciendo pasar el mensaje de que solo la violencia produce correlación de fuerzas, de que sin ella a París ni le importa ni le preocupa Corsica?

La corriente política a la que pertenezco siempre ha militado en favor de la opción de una acción exclusivamente pública y ha contribuido a crear las condiciones para que la página de la violencia clandestina pueda ser definitivamente pasada. El FLNC también ha tomado una iniciativa de calado, generosa, al anunciar unilateralmente su decisión de comprometerse en un proceso irreversible de desmilitarización. Por tanto, se dan todas las condiciones para que se produzcan avances durables y significativos. El Estado se equivocaría de plano si jugara la carta de dejar pudrir la situación, algo que conduciría ineludiblemente a reactivar lógicas de tensión y de conflicto que los corsos ya no quieren.

 

Como «primu ministru» de todos los ciudadanos de Corsica, ¿cómo ve el futuro próximo para su nación? ¿Es usted optimista?

Ponemos todas nuestras fuerzas y toda nuestra energía al servicio de Corsica, de su pueblo y del interés general. Nos impulsa un ideal que generaciones de mujeres y de hombres han defendido a costa de sus vidas personales, familiares y, con frecuencia, del sacrificio de su libertad y de su vida. Nuestro combate es justo y legítimo y se inscribe en el sentido de la Historia. El pueblo corso existe y será reconocido. Y vamos a construir, con todas las fuerzas vivas de nuestro país, una Corsica desarrollada, emancipada, solidaria y acogedora. Sí, soy profundamente optimista, por las generaciones de hoy, y por las de mañana.