@albertopradilla
Madrid

Noche de Twitter en la que Florida ha marcado la tendencia

Florida ha marcado el camino de una noche más larga de lo esperado y que ha roto con las perspectivas de la mayoría de encuestas. Antes de las 2.00 de la mañana los medios daban por hecho un triunfo de Hillary Clinton. Cuando Donald Trump se ha impuesto en el Estado que dio el poder a George W. Bush en 2000, la tendencia ha comenzado a verse clara: el magnate terminaría imponiéndose. Para las 9.00 de la mañana en Euskal Herria, el candidato republicano se ha coronado como triunfador. 

Donald Trump, presidente electo de EEUU, junto a su vicepresidente, Mike Pence.
Donald Trump, presidente electo de EEUU, junto a su vicepresidente, Mike Pence.

En un sketch, el cómico Jim Jeffereys habla sobre Donald Trump: «Hay una pequeña parte de mí que piensa: hagámoslo. Veamos hasta dónde puede llegar», bromea. Así será. Alrededor las 9.00 de la mañana (hora de Euskal Herria), el magnate se ha convertido en el 45º presidente de Estados Unidos rompiendo, nuevamente, las previsiones de las encuestas. En esta ocasión, los Simpson demostraron ser más fiables que la mayoría de prospecciones electorales. El candidato republicano será el futuro inquilino de la Casa Blanca.

A miles de kilómetros solo podíamos confiar en Twitter. También en las tertulias televisivas, convertidas en salones de señores donde hombres, única y exclusivamente hombres, sentaban cátedra mientras sus compañeras hacían el trabajo de enviada especial. Alguien debería plantearse la imagen que se ofrece cuando un puñado de encorbatados hablan, muy serios, sobre la importancia del voto femenino.

Supuestamente, las 2.00 horas era un momento clave. Si Trump perdía Florida podía darse por hecho el paseo de la ex secretaria de Estado. En ese momento, todavía se aseguraba el triunfo de Clinton en la mayoría de encuestas. Pero el Estado del sur venía para demostrar que las cosas no iban a ser como se pensaban. Las prospecciones a tiempo real de medios como ‘The New York Times’ o ‘The Washington Post’ bailaban entre el rojo republicano y el azul demócrata a una velocidad endiablada. Algo así como el último escaño de Bizkaia (que ganó al primer bote el PNV pero luego terminó por llevárselo EH Bildu) pero en escala norteamericana. Como para seguir el minuto a minuto.

Ha habido momentos en los que parecía que Florida podía llegar a un empate técnico similar al que ya registró en 2000, cuando tuvo que ser el Tribunal Supremo el que determinó que George W. Bush se imponía a Al Gore. Nada que ver con lo que ha ocurrido después, no solo en el Estado sureño, sino en todo el país. Finalmente, el magnate ha terminado por imponerse por encima del 0,5% de los votos de diferencia que obligaría a un recuento. Ryan Heath, periodista de «Politico Europe», apuntaba a que el drama para la candidata demócrata no era el Estado en sí, sino embarrarse en una tendencia. Había partido para Trump. La fotografía publicada en Twitter en la que se le veía siguiendo los resultados con su familia simbolizaba su estado de ánimo. Mientras que nadie sabía dónde se encontraba Clinton ni esta hacía ningún gesto hacia el exterior, el magnate empezaba a mostrarse tranquilo y seguro de su victoria.

A partir de ese momento, la noche se ha convertido en la pesadilla para Clinton. Las previsiones, que habían comenzado dando una abrumadora ventaja de la demócrata, dibujaban el «sorpasso». Todo lo que podía salir mal para la antigua secretaria de Estado de EEUU lo estaba haciendo. Pasadas las 7.00 de la mañana, era evidente que Trump se acercaba hacia la victoria de modo imparable. Con 244 votos electorales frente a 215 de la demócrata, todo dependía de Pensilvania, Arizona y Wisconsin.

Se superan las 8.00 de la mañana y John Podesta, jefe de campaña de Clinton, comparece ante los medios. Insta a sus seguidores, congregados en Nueva York, a marcharse a casa. Pero la aspirante no aparece. Se empieza a dar por hecha la victoria de Donald Trump. A 15 minutos de las 9.00, esta se confirma cuando Pensilvania, un feudo tradicionalmente demócrata, se decanta por el republicano, todo está hecho.

Antes de las 9.00 aparece Mike Pence, futuro vicepresidente, ejerciendo como maestro de ceremonias y avalando al ya futuro inquilino de la Casa Blanca. Sube Trump. Ya es el triunfador.  «Acabo de recibir una llamada de la secretaria Clinton, nos ha felicitado por nuestra victoria y yo la he felicitado a ella y a su familia por una campaña en la que ha luchado muy fuerte», proclama. El líder republicano se presenta con un discurso conciliador, instando a la unidad (una palabra que, por otro lado, siempre aparece en toda intervención de quien se impone en unas elecciones). 

«Este país tiene un potencial infinito, será una cosa especial. Vamos a arreglar la ciudades, las autopistas, los puertos, los hospitales. Nuestra infraestructura será la mejor del mundo». Mensaje para el interior. «Tendremos buenas relaciones con aquellos países que quieran tener buenas relaciones con nosotros. Quiero decirle a la comunidad internacional que, aunque pondremos a los Estados Unidos primero, trataremos con justicia y equidad a todas las naciones». Mensaje para el exterior. Y Clinton, sin aparecer

Para entonces, en Twitter y en los platós ya se habían encontrado los quiebros retóricos para explicar que todo el mundo sabía que Trump sería el futuro presidente de EEUU.