Hayat Tahrir el Sham pone a prueba su poder
El HTS, que derrocó a Bashar al-Assad, ha prometido reconciliar Siria y reestructurarla. Será una tarea difícil, ya que además de una partición territorial «de facto» y el resurgimiento de los grupos prorrégimen en el oeste, la propia base militante le empuja hacia un mayor radicalismo religioso.

La noche cae sobre el distrito de Bab-Touma, el corazón palpitante de Damasco. Bastión de la comunidad cristiana, la zona de cafés y bares está repleta, como es costumbre cada fin de semana.
Sentados en un pequeño establecimiento abarrotado, Hala y Anas, ambos treintañeros, saborean el momento: «Estamos volviendo a la vida normal, o al menos tenemos la impresión de que es así». En las primeras semanas tras la caída del régimen, había mucha incertidumbre. Lo celebramos como una liberación, pero la presencia de todos esos combatientes nos daba mucho miedo», confiesa el joven.
Más de mes y medio después, Damasco parece haber vuelto a la normalidad. Y aunque la incertidumbre del mañana sigue muy presente, los jóvenes intentan seguir adelante. No sin temores, claro. En medio de una congestionada calle del distrito, dos camionetas llenas de combatientes del grupo Hayat Tahrir el-Sham (HTS) cortan la calle. Las ventanillas abiertas del vehículo dejan escapar cánticos religiosos, emitidos desde la radio del coche con el volumen al máximo.
El contraste es sorprendente. «Esto ocurre muy a menudo», explica Hala. «No sé qué pensar. No ha habido una presión directa sobre los bares de la ciudad, pero es una presión al fin y al cabo.»
La toma del poder por parte del grupo HTS ha sido, cuando menos, caótica: dirigido por una coalición de grupos que agrupa a 30.000 hombres bajo su bandera, Ahmad al-Sharah (Mohamed al-Golani), el nuevo hombre fuerte del país, se ha visto propulsado en pocos días al timón de una nación maltrecha y dividida, cuya estabilidad pende de un hilo.
Pero eso no es todo: en su búsqueda de la unificación nacional, Al-Sharah debe lidiar también con la autonomía del noreste de Siria (Aanes, un tercio del territorio), que se ha distanciado del resto del país desde la derrota del Estado Islámico (ISIS) en 2019, así como con las fuerzas proturcas arraigadas en el norte de Alepo, los drusos en el sur, el revanchismo suní en la región de Homs y el resurgimiento de elementos favorables al régimen en sus bastiones históricos de Tartus y Latakia. Una reconstrucción que se está convirtiendo en un quebradero de cabeza.
Reorganización
Por el momento, y ante estos inmensos desafíos, Al-Sharah ha optado por rodearse de su antiguo equipo al más alto nivel del Estado, caras conocidas con las que administró la región de Idleb entre 2017 y 2024, para presentarse, según sus propias palabras, como el «guardián de la transición».
Una prueba difícil puesto que los medios de su organización son extremadamente limitados. En la región de Idleb, que controlaba hasta entonces y que contaba con entre dos y tres millones de habitantes -muchos de ellos refugiados-, Al-Sharah contaba con solo 7.000 hombres. «Muchos le critican por sus decisiones y por las personas a las que nombra en el poder de forma transitoria, acusándole de no ser lo bastante integrador», comenta Imad, partidario de HTS, desde Damasco.
«¿Pero puede hacer otra cosa? El primer reto es estabilizar el país y, naturalmente, él se apoya en gente en la que puede confiar. La transición a la democracia solo puede tener lugar en una fase posterior, cuando todos puedan por fin sentarse a la misma mesa, y ese no es aún el momento, llevará tiempo», prosigue.
Mientras siguen las conversaciones con la Administración autónoma árabe kurda, centradas en tres cuestiones -el reconocimiento de la identidad kurda, el futuro de la organización militar de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y el de la estructura administrativa en las zonas bajo su control-, el diálogo parece mucho más difícil con las unidades proturcas de protección del Ejército Nacional Sirio (ENS) y con la sociedad alauita.
Aturdida por la caída del régimen, dicha comunidad (10-12% de la población), de la que procede el clan Al-Assad, está profundamente dividida: mientras algunas de las fuerzas prorrégimen han aceptado entregar sus armas en los centros de reconciliación, otras se niegan categóricamente a hacerlo y han aumentado su hostilidad hacia HTS en la costa occidental siria en las últimas semanas. Diversas fuentes indican que, en respuesta, las personas próximas a Al-sharah han establecido contactos con los líderes de la comunidad alauí para rebajar las tensiones antes de que se conviertan en un nuevo frente.
En el plano internacional
Mientras tanto, y pese a las recomendaciones de una parte de su equipo, que prefería una reconstrucción suave centrada en las cuestiones internas, el líder de HTS multiplica sus contactos e iniciativas en el extranjero, para abrir un país proscrito desde el comienzo de la guerra civil siria.
El último paso en este afán de apertura ha sido la visita a Damasco del fiscal del Tribunal Penal Internacional, Karim Khan. Se entrevistó personalmente con el ministro de Exteriores, Asaad al-Shaibani, y con al-Sharah, lo que representa un gran avance en el frente judicial: Siria, al igual que Israel, no había ratificado el Estatuto de Roma.
En el plano internacional, el líder de HTS afirma querer sacar a su país de la política del eje, en particular desvinculándose definitivamente de la Moumanaa, el eje de resistencia dirigido por Irán. También es una tarea difícil, ya que Arabia Saudí, por un lado, y Turquía, por otro, intentan aprovechar el vacío e intensifican sus iniciativas para influir en la reconstrucción del país. De hecho, muchos sirios temen que acabe produciéndose un enfrentamiento por el poder entre los grupos que ahora lo ostentan y los que se encuentran bajo el control de Ankara.
Combatientes de universos diferentes
Otro gran desafío es cada vez más acuciante: las franjas más radicales dentro del propio HTS están desempeñando el papel de alborotadores del partido, tratando de forzar a Al-Sharah a adoptar una postura religiosa más conservadora, en la línea de la vigente en la región de Idleb y, sobre todo, de la adoptada cuando era jefe de Jhabat al-Nosra.
En una base militar improvisada en el corazón de Damasco, los combatientes de su grupo van y vienen. Pasamontañas, uniformes negros y kalashnikovs colgados al hombro, desfilan por el patio, explicando que proceden de orígenes muy diferentes. «Estamos todos unidos, el pasado ha quedado atrás», comenta fríamente uno de ellos, con el rostro enmascarado.
Aquí conocemos a Abou N., un joven de 27 años. A resguardo de oídos indiscretos, es menos optimista que sus compañeros. «No nos conocemos y hasta hace poco estábamos en bandos opuestos», explica.

Este combatiente sabe algo al respecto. Poco a poco, relata un pasado caótico: una vida en el noroeste de Siria lejos de la escuela y el ingreso en las filas del ISIS cuando apenas tenía 17 años. «Fui a Mosul, donde luché hasta el final», recuer- da. El hombre, que dice no saber a cuántas personas mató, dice que huyó en las últimas horas de los combates, «sin que me atraparan ni me mataran, milagrosamente». «Crucé el Tigris y me acogieron los lugareños, que me dieron ropa. Salí mientras la población se desplazaba y llegué a la frontera siria en Abu Qamal, para llegar a Raqqa», añade.
Escapó de nuevo de Raqqa antes de que fuera tomada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). Después se unió al ENS -milicia proturca- en el noroeste del país, antes de ser enviado a luchar a Libia en compañía de mercenarios. Con muchos detalles, el hombre relata minuciosamente las semanas que pasó en Trípoli antes de regresar a Siria.
«Me uní a HTS el primer día de la ofensiva. Necesitaban combatientes y no eran demasiado quisquillosos con sus perfiles. Hoy estoy en Damasco, pero me gustaría dejar las armas y volver a una vida normal, porque temo nuevos enfrentamientos entre las fuerzas de HTS. Somos demasiado diferentes para que eso funcione a largo plazo», asegura.
De hecho, la preocupación crece en Siria. Según algunas fuentes, sectores más conservadores de la sociedad siria, no vinculados a HTS, están ampliando su control sobre varias mezquitas. Ahmed al-Sharah intenta apaciguar esta situación atemperando las tendencias radicales de una parte de su base, en lo que algunos expertos califican de una «desradicalización por la cúspide de la pirámide». Y si bien hoy consigue, gracias a su legitimidad, mantener a todos estos elementos bajo su control, ¿será suficiente?
«Sabemos que existe una batalla en el seno de HTS entre los más conservadores y los más laicos. Por el momento, Al-Golani [nombre de guerra de Al-Sharah] es lo bastante fuerte como para imponer sus opciones. Preferimos no proyectarnos demasiado lejos en el futuro por el momento, pero todos estos problemas nos alcanzarán tarde o temprano, por no hablar de la rivalidad con los grupos proturcos, que no tienen intención de ceder ningún terreno», concluye Imad, partidario del grupo.

Azken sanferminetako txupinazoan izandako errepresioa salatu dute zenbait eragilek

El Patronato del Guggenheim abandona finalmente el proyecto de Urdaibai

Ocho de los Filton24 mantienen la huelga de hambre como protesta por el genocidio en Palestina

Llaman a celebrar el 7 de febrero en Gernika la victoria popular frente al Guggenheim Urdaibai
