Beñat ZALDUA
FUNDACIÓN DEL PARTIT DEMòCRATA CATALà

De CDC a PDC, una letra para tratar de recuperar el terreno perdido

A la espera de la dirección de 11 miembros y un coordinador general que salga de las votaciones que se celebrarán el 23 de julio, y que serán el verdadero termómetro para medir hasta donde llega el cambio, el nacionalismo conservador catalán culminó ayer el entierro de Convergència y el parto de la nueva formación: Partit Demòcrata Català.

Cuando en las elecciones de 1931 ERC se impuso por amplia mayoría, el partido de la burguesía catalana que dominó el primer tercio del siglo XX, la Lliga Regionalista, inició un proceso que desembocó en el nacimiento, en 1933, de la Lliga Catalana. La derecha catalana no tuvo entonces problema alguno para abandonar un nombre «histórico» y adoptar uno nuevo con el objetivo de adaptarse a los cambios de la sociedad catalana, que mutó del regionalismo al autonomismo, hasta entonces patrimonio de una minoritaria ERC. Aunque el Golpe de estado de 1936 truncó la posibilidad de ver si el cambio fue acertado, la operación fue calcada a la ejecutada este fin de semana por el nacionalismo conservador catalán: en un escenario de fuerte ascenso de ERC y de cambio profundo en el seno del catalanismo (del autonomismo al independentismo), una CDC en horas muy bajas decide transformarse en PDC.

Poco cambian las siglas. Más lo hace el nombre, que traerá cola, tal y como se explica en el despiece. De Convergència Democràtica de Catalunya a Partit Demòcrata Català. Más allá, cambios, los justos. El equilibrio entre venderse como algo nuevo sin renegar del pasado lo resumió durante el discurso que cerró el congreso fundacional el president, Carles Puigdemont, a través de las palabras del poeta Josep Vicenç Foix: «Me exalta lo nuevo, me enamora lo viejo».

Ideológicamente, poco debate. Una definición ideológica demasiado explícita va en contra del objetivo de hacer de paraguas desde el centroizquierda a la derecha. Será la práctica diaria, junto a las posiciones hegemónicas de cada momento, la que hará bascular a la formación de posiciones socialcristianas a las puramente liberales, pasando por la socialdemocracia. Nada nuevo en este aspecto.

En el terreno nacional sí que hay cambios de calado. El texto fundacional no aporta nada nuevo respecto a lo asumido ya por CDC en el seno de Junts pel Sí, pero cabe no menospreciar la importancia de poner por escrito ciertas cosas. Frente a una CDC cuyos estatutos no admitieron más que una referencia al Estado propio (introducida en el Congreso de Reus de 2012), PDC nace como partido «independentista» en defensa de una República catalana. Además, pide agotar todas las vías legales para conseguirla, pero defiende tener en cuenta la unilateralidad en caso de cerrarse todas las opciones. En el campo nacional, por tanto, no hay marcha atrás. El tiempo dirá si estos postulados se defienden también en la práctica, pero escrito, por lo menos, ha quedado. Carta en la mesa, pesa; que se dice al mus.

Pendientes de la dirección

El verdadero alcance del cambio no se conocerá hasta dentro de dos semanas, cuando el 23 de julio, los militantes (bautizados ahora como asociados) elijan la nueva dirección del partido. Además del nombre, la discusión de este fin de semana, muy ligada a la formación de dicha dirección, ha estado centrada en el organigrama del nuevo partido. Aunque hay algún cambio nada desdeñable, la foto final es prácticamente calcada a la diseñada por el piloto de la refundación, que no es otro que el expresident Artur Mas.

Aunque no las tenía todas consigo, la militancia aprobó un organigrama con un tándem presidencial formado por una presidencia y una vicepresidencia. Estas figuras, sin embargo, no tendrán funciones ejecutivas en la dirección del partido, que recaerá sobre una cúpula de 12 miembros que Mas quería colegiada (algo más horizontal) pero que, finalmente, tendrá un coordinador general, de manera que quedará una dirección claramente jerarquizada. Esta cúpula llevará el día a día del partido. Otras instancias serán el comité nacional y el consejo nacional, máximo órgano de decisión entre congresos, que en la nueva formación pasan a llamarse asambleas y se celebrarán, de manera ordinaria, cada dos años.

Otro campo de batalla estrechamente relacionado al organigrama ha sido el de las incompatibilidades. El proceso previo al congreso, bautizado como Torn Obert (Turno Abierto) mostró el deseo de la militancia de establecer un estricto régimen de incompatibilidades para evitar que una sola persona acumulase demasiados cargos. Durante este fin de semana, sin embargo, se han limado suspicacias, dando como resultado un régimen mucho más laxo.

Algo que era clave para las intenciones de Mas de situar a la consejera de Presidencia y portavoz del Govern, Neus Munté, como vicepresidenta del nuevo partido. La decisión final también aplana el camino hacia el puesto de coordinador general al presidente del Grupo Parlamentario de Junts pel Sí, Jordi Turull, principal favorito para el cargo. De confirmarse estos nombramientos, algo que a día de hoy (después de un congreso más movido de lo esperado) no está claro, la renovación sería bastante discutible, pues todos ocupan ya cargos de primera línea. Serán las bases, en cualquier caso las que validen los cambios en dos semanas.

 

Cuando el nombre hace a la cosa

«‘Pero, ¿qué es un nombre?», le dice Julieta a Romeo. ‘Aquello que nombramos rosa tendría el mismo perfume con otro nombre’». El comentarista político Antonio Puigverd recordaba estos días este episodio de la obra de Hamlet para referirse al enconado debate sobre el nuevo nombre de la formación. Que el principal punto de discrepancia haya sido el nombre no dice mucho a favor del debate político e ideológico desplegado durante el congreso de este fin de semana, pero es importante no restarle valor.

Primero porque ha supuesto un amago de rebelión en las normalmente tranquilas aguas de las bases convergentes. El viernes, la dirección propuso dos nombres (Més Catalunya o Catalans Convergents) que los asistentes rechazaron con más de un abucheo. Algo que obligó a los pilotos del congreso a cambiar los planes y dejar para ayer la decisión de un nuevo nombre. Finalmente, Partit Demòcrata Català se impuso por delante de Partit Nacional Català y Junts per Catalunya.

Pero el culebrón del nombre no acabó ayer. Cuando ya empezaba a sonar PDC, Demòcrates de Catalunya (escisión independentista de Unió Democràtica de Catalunya) amenazó con los tribunales, algo que ayer confirmaron dirigentes como Pep Martorell: «La ley de partidos dice que no se puede registrar un nombre de partido que induzca a confusión, y eso lo defenderemos donde convenga». Dicho y hecho, por la tarde el partido anunció una rueda de prensa para hoy, donde explicarán las medidas legales que emprenderán por «usurpación».B.Z.